Feria de atracones
Este mes la feria de atracciones ambulante visita nuestra ciudad y, aunque ya va quedando poco, aún se puede disfrutar de sus divertimentos. Las atracciones van desde la de más compleja maquinaria mecánica a la más sencilla, y sobre todo rentable, como las camas elásticas. Además de las atracciones propiamente dichas están los puestos de juegos y azar, como la grandilocuente tómbola o el pequeño remolque de tiro a la botella. La rentabilidad de estas casetas está muy estudiada, como por ejemplo la relación entre la presión del rifle, la densidad del corcho del tapón y el tamaño y peso de la botella: a mejor calidad más pesa el vidrio.
El término feriante se utiliza, además de para designar al trabajador o propietario de una atracción de feria, como despectivo. Conocida es la fama que tienen los feriantes; existen estudios pseudos-estadísticos de a pie, que son teorías o hipótesis sin fundamento científico alguno que se generan a partir de los comentarios de la calle, que dicen que cuando viene la feria se incrementa el número de robos en nuestra ciudad. Basándonos en esta suposición tendríamos que pensar que en las ciudades donde hay una feria, o parque de atracciones, permanente, la delincuencia es mayor que en cualquier otra. Podríamos ir más allá si sólo tuviéramos en cuenta los casos en que la feria es ambulante, que no deambulante, como si hoy en día las fuerzas del orden público no pudieran hacer nada contra los presuntos delincuentes por ser forasteros que están aquí de paso, más de un mes pero de paso, o como si no existiera la delincuencia en nuestra ciudad el resto del año.
La feria aquí es de tal importancia que dispone de unas infraestructuras específicas para este menester: el recinto ferial, que si bien antes no era más que un triste descampao, ahora es un amplio paseo adoquinado y hasta con una fuente con un dudoso diseño. Si bien es cierto que el resto del año es utilizado para otras actividades y ferias, como la del campo, y para el mercado de los jueves. Ahora los pseudos-estadistas dirían que los jueves es el día de la semana en que mayor número de hurtos se producen en nuestra ciudad y del mismo modo podríamos llegar a la pseudo-conclusión de que el recinto ferial aumenta la delincuencia en nuestra ciudad.
A esta feria también la podríamos denominar de atracones, y no por los robos, sino por la comida. Podemos encontrar puestos de venta, mayormente, de golosinas, como el algodón, las almendras garrapiñadas y las míticas manzanas de caramelo, míticas porque nunca nadie ha conseguido comerse una sin pringarse literalmente hasta las cejas. También se venden otros comestibles de elaboración artesanal como los churros, las famosas castañas y demás, todos ellos con la característica común de ser posibles causantes de empacho. En la feria también se confirman cuáles han sido los éxitos musicales del verano; las canciones ya machacadas en el estío se vuelven a repetir día tras día. Los premios más comunes son juguetes o pequeños y novedosos electrodomésticos. En algunos puestos el acierto del que participa en el juego es directamente proporcional al tamaño del regalo: encontramos el mismo peluche pero en toda una escala de tamaños, con lo que nuestro afán es llevarnos el más grande aunque luego no nos quepa por la puerta de casa. Si lo pensamos bien la feria es uno de los eventos, no relacionados con ninguna religión, más importantes del ocio en Villena. Es la época del año en la que nuestros niños, jóvenes y no tan jóvenes tienen una manera de entretenerse que no es destructiva. Podríamos pseudo-afirmar que cuando viene la feria disminuye el vandalismo juvenil en la ciudad.
Con la feria llega el frío, llega la luz, y con ella el color, que acompañado de la música y los variopintos sonidos de bocinas y sirenas atraen a las gentes del lugar, haciéndoles abandonar sus braseros para disfrutar con nuevas emociones y divertirse con los juegos más ingeniosos. Hay que reconocer el mérito que tiene mantener esta tradición viva, en una sociedad en la que cada vez hay menos braseros y más calefacción y dónde los juegos que más gustan están detrás de una pantalla, con la competencia de los parques temáticos y con la dura tarea que, en los tiempos que corren, supone entretener a un público cada vez más acostumbrado a efectos especiales y sin salir de casa.