El Volapié

Fiestas sin toros

No hay mal que por bien no venga, estoy convencido de ello y de cualquier situación desfavorable puede sacarse algo positivo. Muchísimas veces ustedes me han escuchado decir que los que de verdad hacen daño a la tauromaquia no son los antitaurinos, sino los de dentro del entorno taurino. También me han visto escribir que ambos términos me parecen deplorables y que el mundo de los toros es un planeta realmente sui generis.
Quienes postulan por la prohibición de las corridas de toros se han apuntado el tanto de la decepción que han sufrido los que querían ir a los toros el día 7 de septiembre, pero esas son chinas sacadas de más porque una vez les mostraré como los enemigos de los toros están dentro del propio ejército, que son los que han movido el árbol para que caigan las nueces que ahora se afanan en recoger los que antes iban a organizar la manifestación antitaurina.

No han sido estos quienes han presentado en el Ayuntamiento un escrito pseudojurídico sembrando la duda sobre la idoneidad de la empresa que la mesa de contratación propuso como adjudicataria, ni quienes intentaron colársela a la mesa proponiendo un cartel imposible a sabiendas de que era imposible, ni han sido los antitaurinos los que han decantado la votación en la Junta de Gobierno en sentido ahora desfavorable ante lo que en mesa votaron favorablemente y de modo unánime.

Muchas veces me han escuchado decir y no me canso de repetirlo que la corrida del día 7 poco aporta en cuanto a lo taurino. Es una tradición más o menos consolidada –aunque ya sabemos que en Villena lo tradicional no está inmune a la demolición–, una forma de divertimento antes de la retreta, un motivo bueno para las disputas electorales, la excusa ideal para que unos doten de contenido a un ratico festero y para que otros expresen su repulsa, pero con escaso aporte en lo taurino habitualmente.

Sin embargo este año sí había una razón de alto peso específico, porque se barruntaba la presentación de Raúl Bravo en nuestra plaza. Raúl contra Goliat, pero sin honda ni guijarro con los que derribar al gigante filisteo. Nadie es profeta en su tierra, y mientras escribo estas líneas, Raúl Bravo se está vistiendo para torear en Alalpardo, un pueblecito en la sierra al norte de Madrid. Y va a torear como si no le quedara otra oportunidad en el resto de la temporada, como hace siempre esperando que suene el teléfono para la siguiente corrida.

Mientras tanto hay toros en Madrid, en Málaga, en Nimes, en Dax, en Alcaraz, en Monóvar, en Valladolid, en Albacete, en Murcia, en Ronda, en Requena, en Utiel, en Burgos…

Villena se queda sin toros y Raúl sin poder desmonterarse ante nosotros, sin poder dar ese importante paso al frente, pero sin que en ello hayan tenido la menor aportación los antitaurinos, porque no son las acciones de estos las que dañan la fiesta de los toros.

Con una cresta policromada estaríamos más favorecidos.

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