Como miles de estudiantes europeos, el año pasado recibí la beca Erasmus. Un año estudiando la carrera universitaria en otro país de la Comunidad Europea. En mi caso, Finlandia, la región de los lagos y más concretamente, Helsinki. Decidí este país porque tenía curiosidad por conocer la cultura nórdica y visitar paisajes vírgenes. En definitiva, un cambio de aires en toda regla.
La primera impresión fue la de que había llegado a una ciudad pequeñita, llena de gente fría y triste. El país donde cada estación está bien definida: el otoño es realmente otoño, durante el cual se acortan las horas del día hasta escasas 6 horas; el invierno es realmente duro, con grandes capas de nieve y temperaturas negativas alcanzando -20ºC; y en cuestión de 2-3 semanas se derrite toda la nieve, las plantas florecen, las aves llegan y todo recobra vida.
Atrás quedan trabajos, fiestas, viajes, aventuras, cenas internacionales, locuras, en definitiva, momentos inolvidables. Una de las cosas más llamativas que me viene a la mente es la sauna. Hacer una excursión a una cottage perdida en el bosque y junto a un lago. Meterse en la sauna y saltar al lago varias veces seguidas con risas entre fineses, españoles, alemanes y franceses compartiendo cervezas koff y karhu. Me llevo conmigo una mochila cargada de amigos, de experiencias, de alegrías y tristezas, que sin duda, volvería a repetir. Y ahora, se abre una nueva etapa, la posibilidad de estudiar un master en el extranjero.
En conclusión, una experiencia que sin duda marcará el resto de nuestras vidas. Con amigos desperdigados por muchos de nuestros vecinos países y a la vez unidos por las nuevas tecnologías en cuestión de picosegundos, principalmente facebook, pero también skype. Por supuesto, sin el apoyo de mis padres hubiera sido imposible, pero solo espero que el gobierno español no recorte de manera decisiva en algo tan rico como el Erasmus, algo que todos los estudiantes universitarios deberían llevar a cabo.
Fdo. Rubén Hernández
