Flujo económico (Carta al director)
¿Se han preguntado por qué, a pesar del momento de recesión y paro desorbitado que vivimos, las terrazas de los bares están siempre llenas? Una asociación curiosa que nos lleva a pensar que quizás la población no está tan perjudicada como parece, o que las prioridades han cambiado, y una cañita al sol vale más que el pan de cada día.
Lejos de tomar a la ligera el sufrimiento de muchas familias (como le gusta mencionar a casi todos los políticos), la respuesta es más evidente: las cifras del paro no reflejan la realidad. Más que del desempleo, son indicadores del nivel de corrupción de un país; hasta el Estado está ofreciendo sueldos netos sin cobertura en la Seguridad Social. ¿Qué consigue con esto?, Que el dinero circule, que pase de mano en mano, de una economía informal a otra formal, de la clandestinidad a la legalidad. ¿Quénes hacen posible un mercado formal? El peluquero que corta en su casa, el profesor de dibujo que cobra por las clases de pintura en su propio taller y el fontanero chapuzas, no son ejemplos de legalidad. Tampoco de solidaridad.
Ustedes argumentarán: bueno, de algo hay que vivir, y hoy en día ser legal cuesta mucho; y tienen razón. Ser legal es caro, y encima nadie te asegura nada; quién te dice, que el día de mañana, todo lo que ha cotizado un trabajador no se traduce en una pensión que nada tiene que ver con la realidad económica, o que tienes que costearte la sanidad porque ésta ha sido privatizada.
En definitiva, está claro que unos tienen que pringar y otros defraudar para que el flujo económico no pare. Yo creo que la solución pasa por el consumidor; es él quién se arriesga, más incluso que el que realiza una actividad clandestina, o si no que se lo pregunten a los padres de las cinco niñas de Madrid cuando se enteraron de que las licencias no estaban en regla.