Forma parte del verano
Al igual que ocurre en las televisiones, también en los medios escritos puede percibirse cierto esparcimiento en lo tocante a contenidos. Forma parte del verano dejarse llevar por un extraño optimismo y una suave relajación tal vez excusados por nuestro carácter latino, temperamento que se manifiesta en unas maneras más livianas, digamos con la llegada del calor. Ligereza palpable tanto en los medios de información como en los de entretenimiento, ya que sin pudor ambos ofrecen un escenario en el que resulta difícil no abandonarse.
También forma parte del verano tomar unas vacaciones y marcharse lejos de todo cuanto nos ha rodeado hasta el momento. Lo mejor es rodearse de buena compañía aunque a veces tres son multitud y tomarse las cosas con calma, de modo que cualquiera de los inevitables inconvenientes no te afecte demasiado. Sabemos, a la mayoría no hace falta que nadie nos lo cuente, que puestos a irritarse el calvario comienza el mismo día en que se decide que ¡este año nos vamos de vacaciones! Así que entre el inagotable listado de hoteles, las rarezas de ciertas frases en la descripción de los viajes organizados y el casi invencible precio de cualquier destino (más lo que lo acompaña) o nos lo tomamos en plan relajado o no se nos quitará el mal genio hasta casi el regreso, si no más.
Otra capacidad a tener en cuenta durante el período previo viene a ser la capacidad de selección: los precios nos llenan los ojos (y nos vacían los ceros de la cuenta) y los destinos están marcados por singulares arquetipos fabricados por nuestros subconscientes muchas veces. Pero todo sea por olvidar por unos días que existe el mundo y España y Villena, o no olvidarlo pero alejarse de un ambiente que parece perpetuo, de un malestar impropio de un clima creado por una sociedad que ha perdido la cortesía e incluso la razón. Olvidar los comentarios inapropiados e inoportunos que nos inundan cuando hablamos de la vida en común en un país o una ciudad, las críticas desmedidas, el imperialismo del marketing que obliga a hablar y hablar, a replicar, a denostar, de un modo tan globalizador que no permite descanso. La inquina que desde la clase política se ha instaurado no sólo consigue logros políticos sino que consigue bañar a la población dejándola para siempre impregnada con su detestable tufo.
Por ello cabe esperar de las vacaciones que no se conviertan en una huída si no en un descanso, en una reflexión que nos ayude a volver a ser personas. Las vacaciones deberán traer la paz y el encuentro interior, deberán ayudarnos a situar cada cosa en su lugar, el regreso de ellas supondrá entonces el cruel castigo a dicha armonía.