Gafapasta c’est moi
Abandonad toda esperanza, salmo 248º
No sé si sabrán ustedes que de un tiempo a esta parte la afición del cómic, como la del fútbol, parece estar reñida por diferencias irreconciliables: o eres del Madrid o del Barça, o sigues al Arsenal o al Manchester United, o eres pijamero o gafapasta. Estos apelativos tan simpáticos aluden respectivamente a los aficionados al cómic de superhéroes -de ahí lo de los pijamas-, y por extensión a todo el comercial, y a los que por el contrario apuestan por la historieta de autor. Como verán, todo en cursiva porque como la mayoría de las etiquetas estas hay que cogerlas con pinzas.
Un servidor, que es poco o nada talibán y al que le gusta picar de aquí y de allá, se confiesa al respecto omnívoro y lo mismo se le antoja la nueva novela gráfica de Frederik Peeters que el último número de Los Vengadores; así tengo las estanterías, que no se me hunde la casa porque es una planta baja y ya sería el colmo. Pero de un tiempo a esta parte venía sintiendo que tenía una deuda pendiente que por fin he podido saldar: me refiero a Bastien Vivès. Si hay un autor y una obra que últimamente están en boca de todos esos son Vivès y El gusto del cloro. De todos los gafapastas, claro, porque los que lamentablemente (para ellos) se limitan a seguir el enésimo megacrossover de Marvel o DC, que la mayoría de las veces se reduce a contar otra vez lo mismo de siempre, pasarán olímpicamente de esta historia intimista que se desarrolla casi en su totalidad en una piscina donde el protagonista trata de mitigar los efectos de su escoliosis nadando; allí conocerá a una chica que despertará su interés y... bueno, no les cuento más, porque como la poesía, El gusto del cloro no es un relato que pueda ni deba contarse más allá de la pura anécdota, sino una obra que se construye a medias, aportando cada uno su parte con cada lectura, por el autor y el lector... aunque, lamentablemente, este último no cobre por su trabajo.
El que sí habrá cobrado es Merwan, coautor con Vivès de Por el Imperio, una trilogía ambientada en la época más gloriosa del Imperio Romano de la que queda por publicar la última entrega. No obstante puede recomendarse ya sin miedo ninguno, porque sería incomprensible que los autores, que parecen trabajar como si fueran uno solo, echaran por tierra al final las excelencias de este prodigio de la planificación visual y el dominio del tempo narrativo protagonizado por una de las escuadras más temidas del ejército romano.
Para terminar, y volviendo a su vertiente más intimista, Vivès nos ofrece con Amistad estrecha la historia de dos jóvenes para los que las líneas que separan la amistad del amor y el deseo son muy tenues: ambos mantienen diferentes relaciones, cada uno por su parte, hasta que se dan cuenta de que es mucho más importante para ellos contarse dichas aventuras el uno al otro que las propias relaciones en sí. Como verán, un tebeo nada pijamero y muy del gusto de los lectores de, pongamos por caso, Haruki Murakami o de los espectadores de, por decir uno, Wong Kar-wai. Autores que, como Vivès, me interesan muchísimo: a ver si voy a ser un gafapasta aunque mis gafas sean de montura metálica y como tribu urbana los gafapastas siempre me hayan dado un poco de tirria.
El gusto del cloro, Por el Imperio y Amistad estrecha están editados por Diábolo.