Genio y figura
Abandonad toda esperanza, 245º
Algunos llevan el veneno del cine en la sangre, porque tiene bemoles que a Óscar Aibar todavía le queden ganas de hacer películas después de lo que contaba en Making of, espléndida novela inequívocamente autobiográfica que giraba alrededor del rodaje y promoción de su debut tras las cámaras: Atolladero. Aunque en su caso habría que hablar con propiedad del veneno de contar historias, pues este barcelonés ya lo venía haciendo como autor de cómic: sin ir más lejos, la citada película era una adaptación de una historieta escrita por él mismo y dibujada por ese salvaje de trazo naif llamado Miguel Ángel Martín.
Tres lustros más tarde y después de haber firmado cintas tan curiosas -para la cinematografía española, y si me apuran para la de cualquier otro sitio- como Platillos volantes o La máquina de bailar, la carrera como director de Aibar sigue íntimamente unida al mundo del cómic: acaba de estrenarse El Gran Vázquez, biopic -ya de por sí un género no muy tratado por nuestro cine- de un autor de tebeos -otra marcianada más- al que el realizador trató en persona y cuya vida y milagros son tan fascinantes como su obra, que en este caso ya es decir. Me refiero, claro, a Manuel Vázquez, Manolo para los amigos a los que sableaba cada dos por tres, papá para los muchos hijos naturales que tuvo con siete mujeres distintas, un sinvergüenza de tres al cuarto para la horda de acreedores que le perseguían constantemente, situación que inspiró a Francisco Ibáñez, su compañero en la editorial Bruguera, el moroso del ático de 13, Rue del Percebe.
Todo ello se relata con gracia y soltura en esta película en la que un estupendo Santiago Segura encarna al protagonista intentando desencasillarse de Torrente y otros roles igual de cafres; para ello el realizador lo arropa con un plantel de secundarios también espléndidos: de una encantadora Mercè Llorens al siempre excelente Enrique Villén (un actor como la copa de un pino), pasando por Manolo Solo, que recrea a Ibáñez de forma magistral con sus gestos y su cadencia al hablar, más allá de la inevitable calva de pega. Hablando de Ibáñez: lo único que echo en falta en el film es algo más de amargura, un elemento que se adivina en el encuentro final entre ambos autores -uno olvidado por las nuevas generaciones de lectores, el otro un incansable generador de royalties gracias a Mortadelo y Filemón-, pero que el director finiquita abruptamente cuando el primero le roba la cartera al segundo.
Para los aficionados al tebeo español, Vázquez siempre será el padre de personajes que ya forman parte de nuestra cultura popular, como las hermanas Gilda, la familia Cebolleta o el agente secreto Anacleto. Pero también lo es del Tío Vázquez, indisimulado alter ego en el que volcó lo peor de sí mismo... se entiende que como ciudadano, no como autor. De ahí el título Lo peor de Vázquez, que acaba de editarse aprovechando el tirón de la película y que incluye las historias para adultos en las que el autor se muestra a sí mismo evadiéndose de los inspectores de Hacienda y pasándose por la piedra a toda mujer que se le pusiese a tiro. Leyéndolas -cosa que deben hacer- no es difícil adivinar lo que una publicación como El Jueves le debe a este maestro del humor que tenía más cara que espalda.
El Gran Vázquez se proyecta en cines de toda España; Lo peor de Vázquez está editado por Glénat.