George y Brad
Abandonad toda esperanza, salmo 305º
Me consta que George Clooney y Brad Pitt se llevan estupendamente: lejos de empujones al estilo Eva al desnudo (o, qué demonios, Showgirls), entre ambos existe un buenrollismo que a nosotros los simples y envidiosos mortales solo nos puede llevar a aborrecerlos un poquito más. Bueno, yo no porque estoy por encima de esas menudencias, pero seguro que a alguno de ustedes sí le pasa. Pero no pierdan la esperanza: pronto se otorgarán los Oscars y ambos están nominados como mejor actor protagonista. En todas las quinielas Clooney está mejor situado, pero la mitad menos curvilínea de ese ente llamado Brangelina podría dar la sorpresa de última hora; así pues cabe la posibilidad de que uno gane y el otro no pueda evitar una mueca de sibilino desprecio. Aunque la verdad, seguro que el perdedor nos decepcionará disimulando su ira, porque ambos son actores estupendos.
Sí, por mucho que nos pese, además de guapos y ricos, los dos son buenos intérpretes: entre nespresso y nespresso, Clooney acaba de demostrarlo en lo nuevo de Alexander Payne, que ha rodado tan solo cinco largometrajes en quince años, lo que puede demostrar dos cosas: que cuida con mimo su carrera y solo se embarca en proyectos en los que verdaderamente cree, o que en Hollywood las cosas están todavía peor de lo que parece, y un realizador tan talentoso como el autor de Entre copas se las ve y se las desea para levantar cada nuevo film. Sea como sea, Los descendientes es un film espléndido acerca de las relaciones sentimentales y paternofiliales, con un Clooney que domina la película de principio a fin -no hay secuencia en la que no aparezca-, y que me hace pensar que Payne debe de tener entre los DVD de su salón la filmografía completa de Yasujiro Ozu.
Brad Pitt lo tiene más difícil: Moneyball, que se estrena hoy mismo, es menos lacrimógena y retrata un universo mucho más localista, como es el del béisbol. Además, cuenta con la dirección de Bennett Miller, realizador del que casi nadie se acordaba ya, pese a que hace seis años le dio a Philip Seymour Hoffman uno de los papeles de su vida y el consiguiente Oscar cuando le ofreció ser Truman Capote. No creo que se repita la jugada, pero sí les aseguro que se trata de un film escrito con talento, dirigido con gusto y protagonizado por un gran actor. Que también sea una gran estrella es lo de menos.
Sigamos hurgando en la herida: ambos hacen doblete. Clooney aspira a una estatuilla como guionista por The Ides of March, que también dirige, y que es un trabajo muy solvente acerca de cómo las ambiciones políticas corrompen al más pintado (¿les suena?). En cuanto a Pitt, como también produce su propio film podría llevarse el premio gordo: el de mejor película del año. ¿Verdad que dan asco? Hablando de la mejor película: desde que se nomina a diez títulos y no cinco el asunto ha perdido interés, aunque se ve que este año la cosecha ha sido floja, y por más que un amigo mío diga que este año han organizado una jornada de puertas abiertas en la categoría, solo han nominado nueve títulos. Y digo yo: ¿no podrían haber incluido también a El Topo o la misma The Ides of March, que no tienen nada que envidiar a otras cintas sí nominadas? ¿Y la soberbia Millennium de David Fincher, pese a que se han acordado de ella en varias categorías? Por lo menos no se han atrevido a incluir Transformers 3...
Los descendientes y Moneyball (Rompiendo las reglas) se proyectan en cines de toda España.