Gracias, elCasc
El que escribe, como otras muchas personas de su entorno, no acababa de tener claro qué era eso del Casc, y no será porque tanto sus organizadores como nuestras autoridades no hayan insistido en explicárnoslo durante los últimos meses con continuas ruedas de prensa y comunicados.
Pero creo y ahí detecto un fallo que se debería subsanar con vista a futuras ediciones que, empeñados en transmitir una imagen de modernidad un tanto forzada, la mayoría de mensajes lanzados han abusado de ese lenguaje cancamusero tan común en quienes, de un tiempo a esta parte, se han empeñado en vendernos innecesarios servicios de coaching, por ejemplo.
Así las cosas, y cuando leía acerca de un Certamen de Activación Socio-Cultural con el objetivo de revitalizar el tejido urbano y social del casco Histórico de Villena mediante pequeñas actuaciones arquitectónicas e intervenciones artísticas (efímeras), patrimoniales o socio-culturales de bajo coste, atisbaba un maremágnum conceptual tan ajeno a las posibilidades de mi empatía como el moverse de los pistones en los émbolos (gracias, J. C.) o las leyes de la termotecnia. Venía gente de fuera, sí. A hacer talleres en el Rabal. También. Y ponían música y copas y bailaban en la Plaza Mayor cada noche. Pero poco más podía explicar a quienes me preguntaban. Hasta que me crucé con ellos.
Ignoro por qué regla de tres (recomendación de Jaisel aparte) fui uno de los paisanos escogidos para participar en las cenas organizadas por los integrantes del taller Desayuno con Viandantes, amigables encuentros entre dos ciudadanos de Villena y dos participantes en el taller que nos permitían conocernos y aprender mutuamente al tiempo que servían para redescubrir y proponer otros usos en espacios y lugares más transitados que vividos. El que les habla pudo compartir mesa, mantel, velas, vino y moscatel en un rellano de las escaleras de Santa Bárbara, disfrutando de una agradable cena y una charla aún mejor en un entorno precioso, y todo ello sin dejar de divertirme al sentirme objeto de la curiosidad y extrañeza de cuantos viandantes se toparon con nuestro encuentro: un uso inusual de un espacio inusual que a nadie dejaba indiferente.
Otras personas, el mismo y otros días (las cenas se organizaban de tres en tres), se reunieron el parquecito de Coro, junto a la iglesia de Santiago, en la pinada de Santa Bárbara y de ese modo los alumnos del Casc pudieron conocer nuestra opinión sobre Villena y su casco histórico, cómo los vivimos y cómo creemos que podemos mejorarlos, al tiempo que nosotros pudimos compartir la ilusión que les mueve, atisbar qué impulsa a un grupo de jóvenes españoles y extranjeros totalmente ajenos a Villena a pagar por venir a trabajar en mejorar nuestras calles.
Nos pedían, para terminar, una pequeña valoración de la experiencia desde nuestra óptica personal. Y a mí, por más vueltas que le dé, solo se me ocurre darles las gracias. Gracias por venir. Gracias por lo que habéis hecho. Y gracias por creer en Villena y en su potencial mucho más de lo que muchos villeneros (y, en ocasiones, me incluyo) creemos.
Ojalá volvamos a vernos el año que viene.