Estación de Cercanías

Ha vuelto a suceder

Y la última vez me juré que sería la última. Ha vuelto a pasar y de nuevo he mordido el polvo y mi cuerpo me duele en todo su recorrido, a cada movimiento. Y mi cara una vez más me grita sus golpes. Ya he escuchado el portazo de su marcha, ese bendito sonido que nos trae el alivio del que ve cómo se aleja el peligro, que trae la anhelada soledad, que me hace visible el deseo de que no regrese jamás y que a su vez me ahoga en la angustia del saberla pasajera.
El regresará. Ha vuelto a suceder, cuando la última vez le prometí a mi hija que sería la última, pero este carrusel no me invita a bajar, no tiene parada para mí y voy a tener que saltar en marcha, porque esta paliza tiene que ser la última. Cuando pueda incorporarme, cuando el techo pare de girar y el dolor amaine, cuando pueda hablar sin romper en llanto, cuando haga acopio de las últimas fuerzas físicas de las que dispongo y esté recompuesta y dispuesta a sentir otra vez esa vergüenza que me cala hasta el fondo de mi magullado cuerpo, hundiéndome todavía más, si cabe, volveré a mirar debajo de la cama de Ana, aunque últimamente prefiere el balcón, que está más alejado, que le permite seguramente respirar y no escuchar. Escapar.

Y regresaré al espanto en su mirada y a ese por qué sin palabras. Eso será cuando haya hecho acopio de valor y esté en condiciones de poder resistir el dolor de mi hija, que es infinitamente mayor que el de sus puñetazos. Y de nuevo no tendré respuesta que dar, pues le prometí que la última vez sería la última. Pero es tanto el desprecio que siento por mí y tan inmenso el temor que me infunde la bestia en la que se ha convertido el hombre con el que me casé que mis pies se funden con el suelo y me impiden salir corriendo. Ese que cuando vuelva prometerá falsamente que esta vez será la última.

Pero ésta tiene que ser la última, siento que tengo que coger a Ana antes de que sea tarde y acabe con mi vida, pero no sé dónde ir, por dónde empezar a escapar.

Desconozco si en Villena alguna casa nos esconderá después de la denuncia, cuando no podamos regresar. Que tiempo tendré que esperar para que el juzgado dicte la orden de alejamiento, que sé que va a incumplir. No conozco ninguna asociación que me atienda y me ayude a entender cómo he podido llegar hasta aquí, y me infunda el valor y la fuerza que necesito para actuar.

Hoy es día 25, y yo sólo pienso en mi indefensión, en que para escapar tengo que saber hacía dónde dirigir mi carrera, cuando lo que está en juego es mi vida, y pienso que ni el 016 que me orienta sobre mis derechos, ni el 112 que me auxilia en el momento puntual, ni la denuncia que viene precedida del regreso a casa con el denunciado, me dan lo que realmente necesito hoy, lo que necesito ya. No sé dónde buscar cobijo para mi angustia, palabras de aliento que me hagan sentir alguien. Lo que sí presiento es que cuando eso ocurra y vuelva a retomar mis valores, cuando la luz se deje ver, cuando mi hija recupere su sonrisa y su miedo desaparezca, cuando un trabajo asegure nuestro futuro, podré luchar contra él. Será ese el momento para la denuncia, porque yo estaré fuerte y creeré en mí, porque yo sabré que puedo sin él, porque sin temor lucharé hasta el final.

Teléfono de atención a las víctimas de la violencia de género: 016
Mi e-mail: imforte@hotmail.com

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