Abandonad toda esperanza

Habemus espectador

Abandonad toda esperanza, salmo 610º
Ya me he hecho a la idea de que, una vez más, no podré aprovecharme de la Fiesta del Cine (que este año se celebra del lunes 7 al miércoles 9 de la semana próxima) porque como siempre los cines anularán la mayoría de los pases en versión original, si no todos. Por eso esta vez, en lugar de hablarles a toro pasado del asunto, prefiero adelantarme y recomendarles (con reservas, tal y como explicaré a continuación) tres títulos que ya vi previamente en VO por si algunos de ustedes son menos tiquismiquis que yo a la hora de escuchar una película además de verla.

En su estupenda crítica de Juego de ladrones publicada en el Fotogramas del mes pasado, Antonio Trashorras señalaba que el debut como realizador del hasta ahora guionista Christian Gudegast contaba con un empaque suficiente, tanto en su libreto como sobre todo en su puesta en escena, como para considerarlo mucho más que una mera imitación de Heat... pese a que es innegable que mucho de ello hay, porque tiene varias escenas calcadas a otras del clásico contemporáneo de Michael Mann. Trashorras terminaba su crítica afirmando: "Vamos, que hay director". Esto es, un habemus director en toda regla que también puede aplicarse al espectador y sus gustos y expectativas: si a los que no gusten del subgénero del cine de atracos esta cinta les dirá más bien poco, los fanáticos del mismo -que los hay- estarán vendidos de partida, sobre todo si disfrutan con la relectura que siempre conlleva un final sorpresa mucho más tramposo que los de Shyamalan y del que, eso sí, carecía el cara a cara de Al Pacino y Robert De Niro. Y si son como yo amantes de los relatos de género negro de naturaleza turbia, donde la línea que separa los dos lados de la ley se difumina fácilmente, la satisfacción será ya total; porque no es difícil que sientan idéntica simpatía, como mínimo, por la banda de atracadores que encabeza un carismático Pablo Schreiber que por los policías liderados por un Gerald Butler que nunca ha estado mejor que aquí. En resumidas cuentas: Juego de ladrones no inventa la pólvora, pero le roba la pólvora a otros que la manejaron antes y la hace estallar con una potencia que muy pocas veces se ha visto en la gran pantalla.

La misma fórmula papal podría aplicarse a otros dos estrenos recientes, ambos con vocación de blockbuster pero que necesitan de la complicidad de cierto espectador para ser valorados en su justa medida. El primero en llegar a los cines fue Ready Player One, dirigida por un Steven Spielberg que parece haberle dado la vuelta a la tortilla de su propia filmografía: si antes parecía empeñado en demostrar que podía rodar películas serias como El imperio del sol, La lista de Schindler o Salvar al soldado Ryan frente a taquillazos como Tiburón, E.T. o la saga de Indiana Jones; en esta ocasión quiere recordarnos que no es solo el director de Lincoln, El puente de los espías o la recentísima Los archivos del Pentágono, y que puede seguir siendo una garantía de éxito para el público millennial con déficit de atención. Para ello, se ha valido de la multirreferencial novela homónima de Ernest Cline para ofrecernos un relato de aventuras en un futuro distópico de estructura clásica pero envoltorio ultramoderno, donde no faltan las carreras de coches digitales a lo Fast & Furious y la necesidad de superar sucesivas pruebas cual niveles de un videojuego. Porque de eso se trata precisamente: de una historia, la de la película y por lo visto también la del libro en que se basa, que remite y homenajea a los más populares videojuegos de la historia, además de a otras referencias de la cultura popular, muy especialmente el cine de los años ochenta y noventa. En mi caso, se me escapan muchísimos de los guiños destinados a los jugones, pero aprecio la gran mayoría de las referencias cinematográficas... aunque no todas, dada la velocidad con la que aparecen y desaparecen del plano. Por tanto, aunque consigue entretenerme durante la mayor parte, que no todo, de su abultado metraje, al final del mismo me queda una sensación de insatisfacción; y es que, como otros espectadores de mi generación que se dedicaron a visitar mucho más el videoclub que los recreativos, nos habríamos quedado para siempre en el poderoso segmento que homenajea a El resplandor de Stanley Kubrick. Solo en esa secuencia y muy pocos momentos más puedo decir que mi experiencia se acercaba a la del espectador modelo que pide el film. O sea, mi veredicto subjetivo e intransferible es que, en mi caso, non habemus espectador.

Todo lo contrario me sucede con Vengadores: Infinity War, a la que algunos -con toda la razón del mundo, por otra parte- le criticarán que, como película independiente, carece de una progresión dramática con verdadera entidad a pesar de sus más de dos horas y media de duración y a contar con tantos protagonistas de relieve. Estos espectadores olvidan que lo que ha construido Marvel Studios desde el estreno del primer Iron Man hace ahora justo una década y con casi veinte películas en su haber es un proyecto a largo plazo que, guste o no, algún día se estudiará en las escuelas de cine y se reseñará en los libros sobre el séptimo arte... dado que se trata de una operación comercial y, desde luego, también artística sin precedentes en la historia del cine. Así, una película como la que nos ocupa, dirigida por los hermanos Anthony y Joe Russo, no se puede entender ni apreciar en todo su esplendor sin haber visto no solo las dos entregas precedentes, sino también las respectivas trilogías de la "Santa Trinidad" del grupo más importante de este universo de ficción (Capitán América, Thor y el citado Iron Man), las dos películas de los Guardianes de la Galaxia o las más recientes Doctor Strange, Spider-Man: Homecoming y Black Panther. Y es que por la gran pantalla desfilan una serie de personajes a los que, al margen de un Thanos aquí estupendo como gran villano de la función, no es necesario presentar ni definir porque están presentados y definidos más que de sobra. Para que este megacrossover fílmico funcione, solo se necesita armar un relato que dé el tiempo suficiente a cada uno de sus protagonistas para que el espectador (el cómplice, se entiende) los reconozca como quienes son, y ofrecer las dosis perfectamente medidas de humor, drama y espectáculo que la ocasión requiere. Y los Russo lo han conseguido con creces, hasta alcanzar un final que, por más que el espectador mínimamente despierto -no digamos ya el lector veterano- sepa que será un donde dije digo digo Diego, deja sin aliento a la platea y amenaza con dejarnos pensando en cómo resolverán el asunto hasta que dentro de un año se estrene la cuarta película de Vengadores, que será la no sé cuál entrega del llamado UCM (Universo Cinematográfico Marvel). Por lo tanto, en mi caso (y me pareció que en el de las muchísimas personas que me acompañaron en un pase, insisto que en VO, en el día de su estreno): habemus espectador. Ustedes podrán hacerse una idea de si es su caso o no.

La Fiesta del Cine se celebra del 7 al 9 de mayo de 2018; Juego de ladrones (El atraco perfecto), Ready Player One y Vengadores: Infinity War se proyectan en cines de toda España.

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