Hablando de teatro
Queda todavía en el corazón de muchas personas un hueco para el siempre malogrado arte escénico. Digo quebrado, pero no roto, digo débil, pero no muerto. Digo siempre porque tal vez desde que se transformara en un arte frívolo y, permítanme, de comedia televisiva, ya no logró conectar con esa generalidad cada vez más extensa y con mayores alternativas de ocupación del tiempo libre.
Digo siempre porque desde su nacimiento ha alternado triunfos con prohibiciones. Digo hueco en el corazón porque pese a que el gran Marcel Marceau sea un pequeño desconocido, pese a no participar en ninguno de los Grandes (y zafios) Hermanos franceses o españoles ni en concursos similares, pese a su muerte, nos deja a quienes recogimos algo de su magia un triste y eterno agradecimiento. Quien da todo lo que tiene, no está obligado a dar más. Y es que Marcel lo dio todo, no sólo sobre las tablas o el celuloide, sino que además quiso compartir su arte y sus técnicas primero con su primera escuela, la Internacional de Mimo (1969-1971), y luego en 1978 con la Escuela de Mimodrama Marcel Marceau. Otra gran persona abandona este mundo superpoblado y disoluto regalándonos una pequeña parte de ese gran secreto que debe ser el sentido de la vida.
Durante nuestra existencia son muchas las personas, los lugares, las obras que se nos escapan en el turbio escaparate del arte, puede que una de ellas fuera el trabajo de Marceau, del que sólo nos queda el recuento de su obra. Otra de esas figuras que no debemos dejar perder es la de Robert Wilson, director, escenógrafo y dramaturgo que año tras año visita nuestro país con alguno de sus montajes. Wilson, creador indiscutible con reconocimiento internacional, ha trabajado desde sus inicios en los sistemas de comunicación e incomunicación. Para ello ha explorado territorios escénicos como la iluminación o la interpretación gestual de los personajes hasta alcanzar resultados extraordinarios. Y aunque no sea sencillo encontrarnos con alguno de sus espectáculos salvo que tomemos la molestia de seguirle la pista con la suficiente antelación, afortunadamente se estrena próximamente en Madrid, el 11 de octubre, un documental sobre su vida y obra llamado Absolute Wilson. No será necesario desplazarnos hasta el centro para visionar el documento, esperemos, ya que de algún modo podremos conseguir el trabajo. Motivo de alegría para quienes desean ser testigos de la evolución del arte escénico, para quienes comenzaban a desconfiar del futuro del teatro y necesitan no sólo contemplar nuevas propuestas sino observar cuál es el proceso y cómo se desarrolla la vivencia de quien de forma talentosa y pertinaz avanza hacia esa luz que tan pocas mentes están llamadas a vislumbrar. Parafraseando a la revista especializada Artezblai: Por vez primera, se muestran los misterios y la personalidad inédita de uno de los artistas más controvertidos y rompedores de nuestros tiempos.