¡Hagámosle un monumento!
Hace ya un mes que el Tribunal iraquí dictó sentencia de muerte para Saddam Hussein, dando así fin a la vida de un terrorífico asesino. Y mentiría si dijese que George Bush no tuvo nada que ver con su muerte, porque Bush, durante la Guerra del Golfo, envió una orden de captura de Saddam, consiguiendo su arresto a finales de 2003. ¡Venerémosle por ello!
Pero también tengamos en cuenta que ha decidido no colaborar con los programas internacionales de protección de la naturaleza. Por ejemplo, la reducción de la emisión de contaminantes a la atmósfera. Por ello, y por ignorar lo evidente y rechazar las explicaciones científicas, ¡hagámosle un monumento! Tallémosle su rostro en un iceberg y metámoslo en su piscina de su rancho de Crasword. Así, podrá observar cómo se desvanece su rostro cuando el hielo de los icebergs deje de ser hielo y se transforme en agua. Agua que colmará su piscina, sumándose a la que ya había y causando estragos en su rancho. Porque si no le ocurre a él, nunca se dará cuenta de que el mundo entero necesita de su colaboración. Por ello, por el futuro de nuestros nietos, ¡hagámosle un monumento!
Pero lo cierto es que George Bush sólo tiene una parte del poder para cambiar la situación. Y por eso, es importante que cada uno de nosotros aportemos algo, colaborando en nuestro día a día, con pequeñas cosas, que al final tendrán su efecto. Y ahora, con el permiso de Félix Rodríguez de la Fuente (y pienso que estaría de acuerdo), comparto con vosotros sus palabras:
Todos tenemos que ir engrosando ese pequeño ejército, ¡que el día de mañana se considerará un ejército heroico!, mucho más que los que lucharon con armas en la mano. El ejército de los que un buen día dijeron que había que hacer algo, para proteger a una Madre que no se queja, ¡y a la que estamos matando! y que es ésta, la Tierra, que nos soporta. La tierra, el agua y el aire.
Fdo.: Rubén Hernández.