Hale, a Belén pastores
Cuando yo era chinorri iniciaba oficiosamente la Navidad el día del Sorteo Extraordinario con un reclamo, El Gordo, que te vas por la pata abajo. Comenzaban así las compras navideñas tocase algo o tuviesen que conformarse con el Salud que tengamos, tontez de premio repartidísimo entre una mayoría de jugadores. Total, para lo que vale
arreglaos con poca ropa vamos.
Actualmente si te da el puntazo de personarte en un comercio, indicándole al empleado el cacho salud de hierro que te gastas, y en la buchaca no llevas un chavo, los langostinos, gambas rojas y demás viandas careras, echándole mucha inventiva al asunto, puede que sean de plastilina y vas que ardes.
En estas fechas tan entrañables (ay los discursicos del anterior rey), si no vas con la mandanga por delante pues a comer castañicas calientes del Puntero, que si bien no puedes masticarlas, en el bolsillo del pantalón bien te calientan el huevamen. No todo iban a ser desgracias, fíjate.
Cuando Maricastaña era moza, la Nochebuena consistía en poner a la mesa lo que cada cual buenamente podía sin obligación de más, de turrón duro perfectamente podía valer el blando sobrante del año anterior. Ahora bien, toda esta parafernalia, por arte de birlibirloque, ha ido derivando hacia un compulsivo derroche consumista, gastando la gente lo indecible empeñados algunos (demasiados) en aparentar lo que no son ni se ha sido (ricos), en una inútil intentona de esquivar el necio qué dirán. Ver para creer, chico.
Antaño los regalos eran traídos en exclusiva por los Reyes Magos. Del barrigón vestido de rojo (verde fue en un principio) venido del Polo Norte, considerado entonces pagano, pocas noticias se tenían. Con el paso de los años se ha convertido en tradición que también agasaje el voluminoso personaje, suponiendo esto otro desembolso adicional al total de la púa navideña. Que no es minina, por cierto.
Quienes durante el año te miran por encima del hombro o intentan hacer que no te ven, se meten un chute de buenrollismo mutando en enrolladetes de toda la vida y soltando a diestro y siniestro, estilo disco rayao, variopintas felicitaciones, tan originales que parecen ser la mismas de las pasadas Navidades. No obstante, la realidad sea dicha: les importa un truño cómo lo lleves o lo vayas a pasar, como si te operan, oye. Contestar a esta ristra de frases suele ser con un igualmente. Sopesándolo bien, en la casi totalidad de las veces mejor sería replicar con un igual-mientes y dejarse de tanta necedad hipócrita para más señas.
Rematando el empalagoso rollo navideño con los bolsillos vueltos del revés, entrampados hasta las cejas, jamando pataticas bullías y escudándose de la movida con el nada original, a la par de estúpido, dicho: Un día es un día, es Navidad.
Y como los peces esos del villancico siguen privando en el río, éste que lo es se va a mirarlos por si cae algo. Lo dicho, si los Reyes no te dejan na de na, la culpa seguramente la tienen tus padres. Hasta más ver, pues. ¡Au!