Hasta la muerte
Viendo peligrar nuestros fundamentos y casas, es posible que resistiéramos hasta la muerte
Nos lo cuenta Juan Carlos Losada, historiador, autor de España contra el Imperio Otomano –véase LA AVENTURA DE LA HISTORIA, nº 273, julio 2021– y nos cuenta que en 1857, en la plaza del Born de Ciudadela, en Menorca, se levantó un monolito de veintidós metros de altura en memoria de los muertos y cautivos víctimas del ataque otomano, en alianza con Francia, de 1558. Y en dicho monolito, una inscripción latina que traducida dice:
En defensa de nuestros altares y hogares, aquí resistimos hasta la muerte en el año 1558.
No somos amigos de violencias, tampoco nos mueven afanes de heroicidad, pero viendo peligrar nuestros fundamentos y casas –ojalá el destino no nos ponga a prueba– es posible que resistiéramos hasta la muerte.
Los menorquinos, teniendo en la memoria la trágica experiencia de 1535, tuvieron claro que había que resistir todo lo que se pudiera resistir. Porque para ellos la pérdida del altar y del hogar suponía la pérdida de libertad. Si no muriendo, convirtiéndose en esclavos para ser vendidos en mercados orientales.
Para su desgracia nuevamente vencieron los invasores y más de tres mil cuatrocientos menorquinos –hombres, mujeres y niños– fueron enviados a Estambul. Sólo un quince por ciento serían posteriormente rescatados. Por eso hasta la muerte.