Hasta que un día mi cuerpo tomó completamente el control y me hizo su prisionera
Todos tenemos discrepancias con nuestro propio cuerpo, eso es seguro. El mío y yo llevábamos una vida de tiras y aflojas desde que tomé conciencia de él, allá por la niñez, pero en los últimos años nuestros desacuerdos habían ido aumentando de manera exponencial, hasta que un día él tomó completamente el control y me hizo su prisionera.
Y cuando digo prisionera lo digo de forma exacta y rotunda. Yo estaba encerrada dentro de él, con mi propio hilo de pensamiento, lo que podríamos llamar un yo unívoco y completo, pero no podía comunicarme con el exterior. Mi cuerpo empezó a actuar por su cuenta, tomando decisiones sin hacerme ningún caso. La voz de mi cuerpo hablaba pero no decía las cosas que yo quería decir, decía cosas que a mí nunca se me hubiera ocurrido ni pensar. La situación era realmente de locos, pero lo peor es que mis amistades, desconociendo lo que ocurría dentro de mí, se tomaron de manera muy positiva el cambio de actitud que veían en mi cuerpo respecto a la que yo era y ellos conocían, y lo animaban a seguir por ese camino de renovación vital, porque siempre me habían recriminado que viviera de forma tan controlada y sosa. Porque yo, la que estaba encerrada, era una persona metódica y entregada a su trabajo, que empleaba ordenadamente su tiempo libre en realizar dóciles disciplinas deportivas, en leer libros difíciles y sesudos y en contemplar el arte desde una distancia segura, que gustaba de vestirse de forma sencilla y poco llamativa, con aversión a los gestos espontáneos e irreflexivos y al contacto físico, por lo cual nunca estuve cerca de casarme ni tuve inclinación a las relaciones esporádicas o informales, y además estaba férreamente comprometida con una visión de la vida de honda moralidad y con una seria vocación de ser cada día más prudente y madura y no hacer nada peligroso o insensato. Pero mi cuerpo, cómo decirlo sin parecer injusta o resentida, mi cuerpo adoraba todo lo que yo detestaba. Empezó a vestirse de forma provocativa y a salir por las noches para ir a bares oscuros y discotecas poco recomendables, a reírse a boca abierta y a hablar de manera deslenguada y ofensiva soltando tacos y utilizando expresiones de la calle gramaticalmente incorrectas, a consumir comida basura y programas de telerrealidad y alcohol y a fumar a todas horas incluso en lugares prohibidos, a llevar horarios perversamente desordenados y a descuidar las saludables actividades deportivas, salvo la actividad de acostarse con sudorosos tipos cargados de testosterona y casi nulo nivel intelectual, tipos que olían a coche viejo y a colonia barata y a enésimo cubata de la madrugada. [Pausa.] En definitiva, mi cuerpo me traicionó y ahora es mi enemigo, una fuerza que se empeña en negarme y que posee una enfermiza pulsión autodestructiva y devoradora. [Pausa.] Qué paradoja, mi cuerpo, que vive la vida a tope y la exprime sin pensar en el mañana, parece fuertemente atraído por la muerte, y yo, que amo la vida pero siempre la he mirado desde una aséptica burbuja de seguridad para no quemarme con ella, deseo vivir eternamente aunque sea entumecida. [Pausa.] Sí, quizás estamos condenados a que el cuerpo termine traicionándonos, y que ambos, unidos y enfrentados como hermanos bíblicos, acabemos empujándonos y precipitándonos hacia el mismo e ineludible desastre.