Hermanas en el Chapí
Y Paco me dijo: soluciona lo del bebé y os venís a ver el espectáculo, que merece la pena. Tenía razón. Yo lo sabía porque sólo contacta conmigo de ese modo en ocasiones muy concretas. Y cuando nos llama, porque es imposible que yo sea el único, no sólo lo hace con el empuje de quien quiere regalar una agradable experiencia, también lo hace porque sabe, porque ha encontrado nuevas formas, nuevos caminos aunque se trate de pequeños senderos, nuevos lenguajes escénicos que quiere que nosotros, el público, descubramos. Las llamadas de Paco para persuadirme a acudir a una función no van en detrimento del resto de su programación, son más bien una alerta sobre las pulsaciones del arte escénico.
Hermanas, con texto de Carol López, podría resultar otro drama familiar contemporáneo: con su escenografía realista aunque limpia y sugerente, con sus personajes más o menos reconocibles, con sus situaciones chocantes dentro de lo meridianamente convencional. En cambio la propuesta de puesta en escena, imagino que también y por supuesto textual, rompe con una soltura y con un descaro simpático y valiente cualquier semejanza con el ritmo clásico o con el esquema televisivo que ahora se explota en el teatro.
Sin necesidad de diferenciar entre las aportaciones de la dramaturga o del director escénico, gracias a la fluidez de la representación, Hermanas supone una vivencia no sólo emocional o textual. Las elipsis temporales, en forma de flash-back en ocasiones y de avance en el tiempo en otras, juegan con el espectador provocando desconcierto e implicación para resituar la acción. Del mismo modo, pese a la contundencia del decorado, las actrices y actores crean nuevos espacios apoyados con la iluminación y la música. Espacios físicos y espacios mentales, espacios recuperados de los clásicos soliloquios y apartes. Ante estos movimientos espaciales y temporales sólo podemos desde el patio de butacas confiar en nuestros sentidos y esperar el desarrollo de la acción. Así ocurre cuando vemos una escena repetida, o una escena rompiendo la continuidad temporal: cuando una hermana sale de escena para servir la comida durante el duelo por su padre y seguidamente, sin oscuros ni alteración en los personajes del escenario, vuelve a entrar a la escena que ahora se sitúa en el día anterior al duelo. La emoción del conflicto entre los personajes se renueva en este montaje gracias al juego expresivo del movimiento físico de las actrices acompañado de la música y la iluminación. La propuesta interpretativa es exigente con los registros de los actores y actrices, conteniéndolos en su estereotipo la mayor parte del tiempo (cuarentona pija, joven despreocupada
) pero exponiéndolos a situaciones donde el personaje se ve obligado a estallar fuera de su imagen habitual. En fin, Hermanas, un nuevo hallazgo.