Abandonad toda esperanza

Héroes anónimos

Abandonad toda esperanza, salmo 674º

Vaya por delante que ninguna de las tres películas que nos ocupan hoy, dedicadas todas ellas a glosar la figura de algún héroe de la intrahistoria que permanece oculta hasta que alguien se ocupa de traerla a primer plano, me parecen ni de lejos lo mejor de sus respectivos realizadores. Ni siquiera esa 1917 que, en el momento de escribir estas líneas, se perfila como clara favorita para la ceremonia de los premios Oscar del próximo domingo con diez candidaturas y un buen puñado de galardones en sus alforjas. No sé si mi opinión sobre ella coincidirá con la del propio Sam Mendes, con quien sí coincido plenamente en el análisis de su filmografía anterior: el director británico afirmó en una entrevista que su primera película, la ya oscarizada American Beauty, fue claramente sobrevalorada; y que quizá precisamente por ello sus trabajos posteriores fueron por el contrario injustamente minusvalorados. A falta de ver Un lugar donde quedarse, todos sus demás filmes me parecen en efecto muy superiores a su debut: las inmediatamente posteriores Camino a la perdición, Jarhead y Revolutionary Road (esta última, todavía hoy su obra maestra) le daban sopas con honda a la vitriólica cinta protagonizada por Kevin Spacey; e incluso sus dos aportaciones a la saga de 007, Skyfall y Spectre, me resultaron mucho más satisfactorias.

Sam Mendes y sus actores, en las trincheras de “1917”

Ahora, con esta nueva película ambientada en la Primera Guerra Mundial y protagonizada por un soldado con una misión suicida y a contrarreloj, Mendes convoca al espíritu de Stanley Kubrick (y no solo por las trincheras de Senderos de gloria: incluye una escena, casi un interludio, clavadita a otra de Barry Lyndon) y nos ofrece una experiencia inmersiva deudora en varias ocasiones de los videojuegos y un tour de force técnico que hay que disfrutar en pantalla grande. Ahora bien, precisamente por esto último mis sentimientos acerca de la cinta son encontrados: aunque aprecio la emoción que el relato alcanza en algunos momentos y valoro la pericia del realizador y de su equipo a la hora de armar los dos (falsos) planos secuencia que articulan el film, el virtuosismo del que hace gala ostentosa y descaradamente me saca por momentos de la ficción y procedo a contemplar el artefacto como un mero ejercicio de destreza formal. Y eso es algo que, no puedo evitarlo, me irrita bastante; aunque es cierto que soy una excepción, pues parece que no ha molestado a la mayoría de una crítica especializada que se ha rendido incondicionalmente a la propuesta.

Clint Eastwood dando indicaciones a Olivia Wilde en el set de “Richard Jewell”

También ha sido saludada con elogios generalizados el último film de Clint Eastwood, esta vez presente solo tras la cámara: Richard Jewell es una entrega más de ese postrero apartado de la filmografía del también veterano intérprete donde se dedica a reivindicar a diversos héroes (o antihéroes), más o menos anónimos y todos ellos extraídos de la vida real, y en la que figuran títulos como El francotirador, Sully, 15:17: tren a París o Mula. Entiendo que si se la compara con algunas de estas cintas, sobre todo con la dedicada a la hazaña a bordo de un tren por parte de tres marines que se interpretaron a sí mismos en la gran pantalla (y que es una de las más flojas de su autor), esta Richard Jewell pueda considerarse como un film magnífico... pero queda muy lejos de otros grandes logros -y ya van muchos- de esta leyenda viva del séptimo arte. Cada espectador tendrá los suyos, pero no me puedo resistir a mencionar obras maestras como Sin perdón, Los puentes de Madison o Mystic River; o incluso otras como El jinete pálido, Bird, Un mundo perfecto, Million Dollar Baby o Gran Torino, menos apreciables pero muy superiores a este relato protagonizado por el guarda de seguridad que fue elevado a la categoría de héroe para poco después ser arrastrado por el barro por la ley y la prensa como principal sospechoso de colocar el artefacto explosivo que él mismo había descubierto. Eso sí: al contrario que 1917, Richard Jewell no ha funcionado tan bien en taquilla; y en los galardones de la Academia de Cine de Hollywood se ha tenido que conformar con una única nominación, la de Kathy Bates como mejor actriz de reparto. Parece ser, pues, que este no es el año de Eastwood, aunque a estas alturas de la película no creo que a él le quite el sueño.

El auténtico Richard Jewell

Todavía más desapercibida que la anterior ha pasado Aguas oscuras, de la que enseguida llama la atención el nombre de su director: el independiente Todd Haynes. De todas formas, no es la primera vez que una estrella de Hollywood reclama a un realizador situado por lo general al margen de la industria para armar un film de denuncia social: baste recordar el reciente caso de Matt Damon y Gus van Sant en Tierra prometida, cinta sobre el fraking indiscriminado por parte de multinacionales que solo miran por su interés económico. En este caso, ha sido Mark Ruffalo quien ha dejado aparcada su carrera a las órdenes de Marvel Studios encarnando al álter ego humano de Hulk y ha convencido a un reticente Haynes de llevar al cine la odisea de Rob Bilott, un abogado que había permanecido en el anonimato hasta que se convirtió en el paladín de quienes trataban de demostrar que la empresa que poseía la patente del teflón era consciente de que sus fábricas envenenaban el agua circundante y no hicieron nada para remediarlo. Por supuesto, no esperábamos ver en Aguas oscuras nada semejante -pese a la relación semántica entre sus títulos- al Haynes de cintas tan radicales como Poison, su inclasificable debut; pero incluso dentro de los márgenes de Hollywood, al cineasta le han salido mucho mejor dos melodramas intimistas que habrían convencido hasta al mismísimo Douglas Sirk: los filmes de temática LGTBI Lejos del cielo y Carol, ambos excepcionales.

El verdadero Rob Bilott (izda.) junto a quien le da vida en la gran pantalla

No obstante, creo que esta Aguas oscuras, con ecos de un clásico como Caballero sin espada de Frank Capra o de otros thrillers legales como Veredicto final, Legítima defensa o Acción civil, merecía mayor atención por parte de crítica y público; e incluso un cierto predicamento en las nominaciones a los Oscars, en las que no aparece citada por ninguna parte. Porque no me parece que sea un trabajo de valía inferior al de Eastwood, ni siquiera al -insisto, estupendo por otra parte- sobredimensionado film bélico de Mendes. De momento, a modo de humilde reivindicación, le dedicamos la cabecera de esta columna, aunque quizá signifique menos entradas que si hubiésemos optado por los soldados atrincherados de 1917... Sobre todo a partir del lunes, si gana el Oscar que a mi parecer merecen mucho más los últimos trabajos de Quentin Tarantino, Martin Scorsese o Bong Joon-ho.

1917, Richard Jewell y Aguas oscuras se proyectan en cines de toda España.



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