Hijos de los hombres
Abandonad toda esperanza, salmo 384º
A algunas personas no se les perdona que sean hijos de sus padres. Es el caso de Sofia Coppola, que sufre el estigma de ser hija de un cineasta que aunque anda bastante perdido últimamente ha parido suficientes obras maestras como para poder vivir de las rentas para siempre. Y es que todavía quedan críticos que menosprecian el cine de la joven realizadora no ya como si tuviera que estar a la altura del de su progenitor, sino como si en Hollywood por ser quien eres ya te lo dieran todo hecho: qué duda cabe de que apellidarte Coppola y contar con el director de El Padrino como productor ejecutivo facilitará bastante las cosas, pero el resultado final de tu trabajo ha de defenderse por sí solo. Y a mi parecer las películas de Sofia Coppola, incluyendo la reciente The Bling Ring, se defienden estupendamente. Recordemos que la cinta está basada en un artículo de Vanity Fair acerca de la experiencia de unos adolescentes que robaban en las casas de famosos como Lindsay Lohan o Paris Hilton, a los que envidiaban y querían parecerse. A partir de este hecho verídico la directora propone una reflexión sobre un tema que subyace en toda su filmografía (la incomunicación y la soledad del individuo en la sociedad actual), en un film del que no hay que pensar que la superficialidad del mundo y los personajes retratados se contagia al propio discurso, y que se abre con unos títulos de crédito donde la leyenda "Escrita y dirigida por Sofia Coppola" se superpone a la imagen de un collar de letras que forman las palabras "Rich Bitch" ("Zorra rica"). Y luego dirán que la Coppola no tiene sentido del humor. En resumidas cuentas: puede que no sea su mejor trabajo, pero teniendo en cuenta que ya ha filmado películas como la popular Lost in Translation o la muy reivindicable Somewhere, tampoco es de extrañar. Y aunque no sea su mejor film sí me parece el más necesario de la presente cosecha anual, por lo que tiene de retrato generacional.
No puedo decir lo mismo de la película fenómeno del momento, y donde también trabajan juntos padre e hijo: el primero dirigiendo y el segundo escribiendo la historia de la que surge el proyecto. Me refiero a Gravity, dirigida por Alfonso Cuarón a partir de una idea original urdida por su hijo Jonás. Y sí, sé que muchos que ya la hayan visto me dirán que es un prodigio de la técnica, que por una vez el 3D está más que justificado, que nadie esperaba a estas alturas una interpretación con tanta enjundia por parte de Sandra Bullock, o que como experiencia audiovisual es de las más completas del año. Todo eso es cierto. Pero también lo es que la última película del mexicano destila una seudofilosofía new age de superación personal que tira de espaldas, por no hablar de que es como esas atracciones de feria en las que uno se lo pasa estupendamente pero que después de haberse bajado de ellas dejan poca huella. Al menos eso es lo que me ha ocurrido a mí, aunque amigos míos que de cine entienden un rato la consideran entre lo mejor de este 2013. No es el caso del escritor Ernesto Mallo, que el otro día me decía que no es que Gravity no fuese para tanto; es que Alfonso Cuarón no es para tanto. Puede ser, porque aunque no le recuerdo una película mala, tampoco me acuerdo de ninguna obra maestra que lleve su firma: al menos, su versión de Grandes esperanzas de Dickens, Y tu mamá también o Hijos de los hombres no lo son para el que esto firma. En fin: que me esperaba bastante más. A ver si tengo más suerte con la "Fiesta del Cine", algo de lo que les hablaré en breve.
The Bling Ring y Gravity se proyectan en cines de toda España.