Estación de Cercanías

¡Hola mamá! Vengo de abortar

Sí. A mí también, porque tengo una hija, se me encoge el estómago con sólo tener que escribir esta posibilidad como título, pero en vista de la reforma propuesta por la ministra Aído al amparo de las recomendaciones que un grupo de expertos en la materia ha realizado, tenemos que estar preparados para ella, para escucharla cualquier día lanzada así de fresca y a bocajarro, así de frívola y desprovista de la importancia y las consecuencias de futuro de la acción, pero totalmente ajustada a ley, pues ahora con 16 años se es mayor de edad para la interrupción voluntaria del embarazo( IVE ).
Y que conste que, como ya comentaba desde aquí hace un año, estoy a favor de él, a favor de que la mujer pueda decidir sin temor a represalias, sin miedo a malas praxis en el momento y con una total independencia, sólo asistida de su moral y su conciencia, pero con matices que puedan hacer que en esta acción todos los factores puedan equilibrarse en la medida de lo posible, por mucho que sea una práctica tan longeva como la historia misma.

Yo digo sí al aborto responsable, al consecuente y al necesario, pero siempre que no se convierta en un libre proceder como sustitutivo de educaciones sexuales con tapujos, con tabús y vestidas de moralinas religiosas que no es un gobierno progresista el que debe mantener. Siempre y cuando otros derechos no se vean eclipsados por una propuesta, y concretamente por un punto de la misma que la oscurece en su conjunto afectando a la naturaleza que la impulsa, porque veo recortados tajante y directamente mis derechos como madre, al tiempo que vuelve a ser globo de aire que hincha los ya insuflados derechos de los menores, esos derechos que les hacen creer que ellos y solo ellos son dueños de sus actos, actitudes y conductas y están exentos de obligaciones y deberes que les muestren que las decisiones traen consigo consecuencias que ellos, en uso de su reconocida capacidad, tendrán que afrontar con la madurez que les supone esta propuesta.

Pero si mi condición de madre, con todos los derechos y obligaciones que me otorga, va a pasar a convertirse en labor de administración y gestión, de pago de estudios, de alimentación, de ropa, de internet, de móvil, de control de amigos y relaciones, de consejos para el porvenir, de siembra de valores y principios responsables, de intentos por hacer una persona coherente con sus actos… pero nada tengo que decir al respecto de algo tan serio e importante en la vida de mi hija, como es someterse a una IVE, posiblemente debería modificar las mayorías de edad, unificarlas y librarme de ciertas cargas que al lado de ésta se tornan ridículas y que debo asumir hasta que cumpla los 18 años.

Porque si estos sabios, herederos probablemente de aquellos que inventaron a los padres colegas a tope, dejando huérfanos a los hijos, y que tantos quebraderos de cabeza están causando social y familiarmente, han concluido que a la vista de lo que acontece hay que abrir la veda a los riesgos de interrumpir un embarazo, yo debo suponer, al igual que ellos, que habrán caído en la cuenta de que en caso de complicaciones, de secuelas físicas o morales, no deberemos ser los padres y madres de las menores los subsidiarios o responsables de asumir las mismas, sino que deberán de ser ellos mismos –los legisladores que las han facultado para poder hacerlo, sin nuestro consentimiento y de motu propio, vetando la posibilidad de poder aconsejar, dialogar o tratar el problema llegado el momento– los responsables.

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