Hollywood enmudece
Abandonad toda esperanza, salmo 309º
En Hollywood se han vuelto locos: ahora que todo el mundo anda revolucionado con el 3D, los soportes digitales, las descargas de Internet y otras zarandajas tecnológicas, van el pasado domingo y reparten casi todos los Oscars entre dos películas que homenajean, cada una a su manera, los primeros balbuceos del cine de los maestros primitivos; y encima le dan el premio gordo a la película más sosa de todas. Que sí, que The Artist es ingeniosa y divertida, con algún que otro momento memorable... pero si se la compara con otras de las nominadas, y perdón por el chiste malo, no hay color. Sin ir más lejos, el otro film que se llevó varias estatuillas me parece muy superior: La invención de Hugo es lo nuevo de Martin Scorsese, un director que ha probado las mieles del éxito en los premios de la Academia (Infiltrados) para a continuación volver a ser injustamente ninguneado (Shutter Island); esta vez se ha tenido que conformar con triunfar en categorías técnicas. Recuerdo que sorprendió en su día cuando se anunció que este especialista en retratar los recovecos más turbulentos del alma humana iba a adaptar un libro infantil. Vista la película se entiende el interés que pudo despertar el proyecto en un cineasta que, no lo olvidemos, ha sido uno de los mayores defensores del cine como un arte de primera fila, luchando por la preservación de sus clásicos a través de la World Cinema Foundation; porque este Hugo no es sino un bello homenaje a la figura de Georges Méliès, el mago reconvertido en cineasta en los albores del siglo XX.
Otro que ha adaptado un libro para todos los públicos, aunque en este caso ha sorprendido menos, es Steven Spielberg: War Horse es un film que, como dijo alguien, se lo pone muy fácil a los detractores del llamado Rey Midas de Hollywood. A mí me ha parecido un largometraje de gran sensibilidad, no sensiblero, y al que otro gallo le cantaría si lo firmara, por ejemplo, John Ford. Pero como no es así el film se fue de vacío, y ni siquiera nominaron a Spielberg como mejor director; lo cual, teniendo en cuenta que el premio ha ido a parar al realizador de The Artist, clama al cielo se mire por donde se mire.
Y ya lo que no entiendo de ninguna de las maneras es que J. Edgar, lo último de Clint Eastwood, no recibiera ni una miserable nominación: el biopic del que fuera fundador y director del FBI durante varias décadas me parece uno de los mejores estrenos de los últimos meses. Algunos han dicho, confundiendo la velocidad con el tocino, que es una película fría y sin alma. Otros la han acusado de excesivamente hagiográfica, sin percatarse de que se trata de un relato en primera persona hasta que, hacia el final, un personaje pone en entredicho el discurso de Hoover, permitiendo a ese maestro del cine que es Eastwood reflexionar acerca de la naturaleza del relato. Y alguno que otro ha comentado que pasa muy por encima de la homosexualidad del personaje: a estos les diría que quizá se confundieron de sala y vieron Los Muppets, porque solo falta ver a un magnífico Leonardo DiCaprio en la marcha del Día del Orgullo Gay vestido en plan Priscilla, Reina del Desierto.
Les recomiendo, hoy más que nunca, que vayan al cine: no suele darse la oportunidad de poder elegir entre los últimos trabajos de Eastwood, Scorsese y Spielberg. Pero dense prisa, porque igual se vuelven locos por aquí también y las quitan todas para reestrenar The Artist.
La invención de Hugo, War Horse (Caballo de batalla) y J. Edgar se proyectan en cines de toda España.