Hasta donde yo conozco

Huelga General y Democracia

Mañana –es martes al escribir estas líneas– es 29 de septiembre. Mañana es el día D. Mañana hay declarada una Huelga General, la 6º de la democracia. Y se nos dice que van a la huelga por las medidas que contra el empleo, y los trabajadores, ha tomado el gobierno de ZP. Y claro, estos insignes sindicatos han tenido que esperar a que haya más de cuatro millones de parados para manifestarse y criticar al titubeante, a mi criterio, Rodriguez Zapatero, y a sus compañeros progres, con una huelga general.
A buenas horas Marcelino Camacho y Nicolás Redondo hubieran estado inmóviles ante tan abultado éxito gubernamental de los cuatro milloncetes. Pero estos secretarios generales de ambas organizaciones, a mi criterio, eran un par de tipos con dos sindicales cerebros bien puestos. Y no es que los actuales Méndez y Fernandez Toxo sean malos, que lo son (en comparación con aquellos), a pesar de haber sido democráticamente elegidos.

La democracia no es el paradigma de elegir lo mejor, sino de elegir lo que decide la mayoría. Yo me considero un demócrata crítico con el sistema, aceptándolo como manifiestamente mejorable. No me gusta la Ley D´Hont, aunque me haya beneficiado, por imperativo legal, de ella. No me gustan las listas cerradas, aunque solo me haya dado cuenta cuando he estado dentro del “asunto político”. Y sobre todo no me gusta eso de un hombre un voto. Yo prefiero añadir después de hombre el adjetivo “cuerdo” para estar ya de acuerdo con la frasecita. Lo mía sería un hombre cuerdo un voto. No me gusta que el voto de un inconformista, de un militante radical, de un pasota político, valga lo mismo que el mío, que siempre ha sido y será crítico con la acción de gobierno.

Creo que el elegir lo mejor siempre está por encima de la absurda fidelidad injustificada a unas siglas. Mi frase, de verdad que es mía, es “antes programa que anagrama”. Yo voté PSOE, ahora voto PP, y siempre votaré en conciencia.

Porque como todos, quiero lo mejor para mí mismo y para los demás, entendiendo que la razón y la eficacia no la llevan siempre los mismos. Democracia es alternancia y poder elegir. Poder elegir a quienes nos gobiernen y poder elegir si mañana voy o no a trabajar, sin tener que dar explicaciones a nadie y menos a un piquete coactivo, que eso, en la inmensa mayoría, es lo que son. Retener a una persona contra su voluntad, u obligarla a no trabajar (o a trabajar), a cerrar (o a abrir) las puertas de su comercio, es un acto grave del cual se derivan responsabilidades de orden judicial, que todos, sindicatos los primeros, deberíamos de mitigar y eludir.

Mientras los sindicatos contemporicen con esta seria de medidas de presión, tan absurdas, injustificadas, desmesuradas y tan antagónicas con el espíritu de la democracia, seguiré pensando que les falta un buen camino por recorrer. Y lo mismo opino para la parte patronal, aunque yo en mi vida laboral jamás me haya encontrado con caso alguno, ni siquiera de referencia.

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