Estación de Cercanías

In Spanish and without censorship, please!

Aping the “PP” and its foolish endeavour to teach in English one subject not related to the learning of the different language, I am giving to you some words in his language (not by myself, that I didn´t catch that train). The main aim is to show you in a splicit way how I feel and I can imagine you will feel not understanding what I want to say or even what I am talking about this week.
No se han equivocado. Para todos aquellos que tal y como a mí me sucedió al recibirlo se han quedado en blanco al visionar este primer párrafo de la columna, les resumo: tan sólo he pretendido hacer visible la impotencia que siento ante la palabra escrita y no entendida, para hacer evidente la idiotez soberana que supone el intentar con esta maniobra cerrar la puerta a una asignatura que, como Educación para la Ciudadanía, tan sólo pretende fomentar valores de igualdad, pacifismo, tolerancia y convivencia y contra la que han difamado hasta el punto de someterla desde la Generalitat al abstracto, y ante la indignación que seguramente compartirán conmigo muchas de las madres y los padres que gustamos de ocuparnos en primera persona de la educación de nuestros hijos, y adquirimos tal cometido como obligación materna o paterna, y no somos poseedores, como ellos presuponen, del dominio de más de una lengua.

El alegato que defienden desde PP para tal desaguisado no se sostiene por ninguno de sus flancos. Desde Villena, en el último Pleno municipal, el señor Oliva, concejal de Educación, alega para su justificación el beneficio que para fomentar el trilingüismo –¡casi nada!– va a suponer esta imposición, pasando de puntillas por el verdadero meollo del asunto, fondo que se hace visible en declaraciones desde los altos estamentos eclesiásticos y políticos afines a este dogma (con todo el derecho del mundo, of course), que no es otro que el temor al fomento de un libre pensamiento que nos aleje, más todavía, de la hegemonía moral y adoctrinadora que hasta ahora ha estado en manos de la Iglesia Católica, la cual, durante muchos años, ha impuesto su personal interpretación de la vida y la muerte, de la conducta y el pecado, sin ningún tipo de prohibición y obligatoriamente en escuelas católicas y laicas.

Pero de eso ni iglesia ni políticos de derechas se acuerdan. Y levantan ahora la voz en la defensa de las libertades, de los derechos de los padres a elegir criterios educativos, de la necesidad de que sea desde las familias constitucionales –¡otra que tal!– desde las cuales sea inculcada la educación, cuando es evidente que el modelo educacional y de conducta que se está consintiendo desde esta institución, que delega por dejadez obligaciones a la escuela, nos lega actitudes de la juventud que sentimos en propias carnes ante una llamada adulta al orden o al escuchar al profesorado denunciar su desprotección y su privación de autoridad.

Y resulta complicado de entender cómo una asignatura que se impartirá una hora a la semana es capaz de propiciar más discurso y discusión que las causas que en sí mismas han podido llevar a su establecimiento. Cómo se puede pretender defender las libertades cuando son capaces de segar de raíz el fundamental derecho a la comprensión y a la información. Cómo pueden hablar de imposiciones cuando el partido gobernante en nuestra comunidad impone su ideario, recortando la ley matriz y moldeándola a él con total premeditación, impidiendo con esta medida que muchas de las familias sobre las cuales ellos descargan el peso educativo no podamos ni tan siquiera saber qué les dicen a nuestros hijos.

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