Cartas al Director

¡Increíble, pero cierto!

Si en verdad ese Dios existe que baje de donde esté y vea esto. Aseguran que la luz que se avista al final del túnel de la puñetera crisis está ahí a la vuelta de la esquina y, dicho sea de paso, aún no he encontrado detrás de qué esquina se trata. Ni pajolera idea, sépanlo.
Si la luz que dicen se ve, consiste en que la banca cada vez esté más rolliza; pues sí, se ve (para ellos, claro). Porque sopesándolo, a los de siempre, a aquellos a quienes se les obliga a subsanar económicamente el desaguisado, a pesar de no poder hacerlo, lo único que están consiguiendo es alterarles los ánimos, y si hacen algo (digamos por ejemplo quejarse un pelico), se les trata de Nazis o aquello que se inventen al respecto. Ver para creer.

Que los ya pasados presidentes del Gobierno continúen cobrando sus ínfimos sueldos de cuando lo eran de forma vitalicia, esto es, para los restos, favorece un puñao la desaparición de la crisis, de la cual tenemos la culpa el pueblo llano. Que me peguen un manotazo en la espalda y me llamen Vicente, cual chiste malo. Pues no me entero. ¡Tonto soy!

Que haya personas cuya labor vete tú a saber cuál es, que cobren 53 veces el SMI, también aplaca el sistema económico actual del Estado, pues lo está haciendo el ejecutivo de putísima madre.

Cambiemos de tercio (como bien diría un buen beodo), si seguimos de esta guisa lo único va a quedar en el país van a ser los cuatro apollardaos que no se enteran ni papa de qué va la historia. ¡Que cada palo aguante su vela, mira tú!

Y como me ha dado un paralís en los dedos, éste que lo es se va bailando para que luego se lo quiten. Lo dicho, quien esté libre de pecado podrá quitar el puesto al Altísimo, que no soy yo. Hasta más ver, pues. ¡Au!

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