Inyección de ánimo
Tengo una profesión que invita al desánimo. Mi vida transcurre entre adolescentes que por lo general no quieren verme, o por lo menos no quieren oír lo que les quiero contar.
Soy profesor, y miento. Miento en lo que acabo de decir, o eso creo hoy que he recibido una lección de humildad y entrega. Soy de esos profesores que piensan que algo falla en nuestra manera de enseñar porque no llegamos al alumnado, y que algo falla en la importancia que le damos a la educación de nuestros jóvenes para que sientan tanto rencor hacia la curiosidad y el conocimiento, hacia el hecho de pensar.
A uno en ocasiones le gustaría coger el camino más corto, el de tirar la toalla y dejarse vencer por la inercia. Pero de repente acude a un espectáculo musical realizado por jóvenes, y aunque el género no entre dentro de sus favoritos, le sobreviene el aliento sincero de cien voces gritando al unísono desde la ilusión y se plantea que aún cabe la esperanza.
Hace mucho que los profesores somos policías del conocimiento, un trabajo arduo que no elegí, hace mucho que la comunicación discípulo/maestro y el respeto mutuo dieron paso al monólogo muerto y al tedio. Y en esta deriva no pude sino fijarme en los rostros de alegría de los/las jóvenes del musical Vivimos siempre juntos por sentirse vivos aprendiendo. Y yo quisiera saber dónde perdí el tren de esa alegría, porque no logro reactivarla en mis alumn@s. Y yo quisiera saber que puedo.
Gracias a los /las jóvenes del Centro Juvenil Don Bosco, que siempre mantienen a contracorriente una cultura del ocio en Villena.
Heriberto Mira
Profesor de ética y filosofía en el IES Hermanos Amorós