Abandonad toda esperanza

Joyas literarias ilustradas (y 2)

Abandonad toda esperanza, salmo 333º
Sí, lo han adivinado: sigo sin tele. Y por tanto también sigo leyendo novelas y cómics sin parar. Incluso a veces las dos cosas a un tiempo: acabo de terminar, por ejemplo, una adaptación al cómic de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que respeta íntegramente el texto original. O sea, que he vuelto a leer la novela, pero con dibujos. Algo bastante raro, como no podía ser de otra forma tratándose de Philip K. Dick. Pero de este escritor y de su obra más célebre les hablaré otro día, porque hoy prefiero centrarme en tres adaptaciones de otras tantas novelas que, estas sí, se han tomado la molestia de resumir un tanto los originales para que nos dé tiempo a leer mucho más este verano y podamos presumir a la vuelta en septiembre de lo cultivados que somos.

Veamos: ¿les da pereza enfrentarse a los tochos característicos de los clásicos de la literatura rusa? Pues Stephane Miquel y Loïc Godart nos ofrecen la posibilidad de ventilarnos El jugador de Fiódor Dostoyevski, que por otro lado tampoco es que sea de las narraciones más extensas del autor de Crimen y castigo, en menos de cien páginas. Dostoyevksi escribió esta historia acerca de la ambición y la avaricia inspirado por su propia adicción a la ruleta y en una carrera contrarreloj para pagar deudas contraídas en el juego; los autores del tebeo, de los que espero sinceramente que no se encuentren en la misma tesitura, mantienen el pulso narrativo, sobre todo gracias al bellísimo trabajo del dibujante.

Menos bello pero más expresivo es el acabado de una reciente adaptación de De ratones y hombres, que por fin he leído tras tenerla aparcada desde hacía meses. De piedra me quedé cuando, apenas un par de horas después de leerla, se hacía pública la noticia de la muerte de su autor, Pierre-Alain Bertola, a la temprana edad de 56 años. Una casualidad de lo más funesta: aquella noche le hice un homenaje no solo íntimo, sino totalmente involuntario. En fin... Al parecer, este autor belga estaba fascinado por la novela de John Steinbeck desde que la leyó siendo un adolescente: por tanto, estamos ante un proyecto muy personal, que apenas se atreve a resumir el texto original, dándole nueva vida con un dibujo en blanco y negro arrebatado y desgarrador muy apropiado para un relato ambientado en los años de la Gran Depresión.

Aunque para obsesión, la de Corominas con El retrato de Dorian Gray, la única novela escrita por Oscar Wilde. Recuerdo que ya les hablé en cierta ocasión de un proyecto que he tenido la suerte de poder seguir desde sus orígenes, y que tras años de trabajo por fin ha visto la luz. Esta larga espera y el peso de la responsabilidad por adaptar un texto tan popular podían jugar fácilmente en contra del autor, pero su Dorian Gray ha resultado estar a la altura de las expectativas: lejos de bloquearse a la hora de plasmar en viñetas la que ha citado en más de una ocasión como su novela favorita, el autor de Tragaldabas y Eye Gray (¿para cuándo una reedición en condiciones de dos obras tan sugerentes como estas?), sin dejar de ser fiel al relato original, lo hace suyo moviéndose del comedimiento al exceso según conviene y centrándose no solo en la juventud eterna del protagonista, sino también en el otro gran tema de la obra: la funcionalidad y la moralidad, o su falta, del arte. Una novela gráfica, en el más amplio sentido del término, exquisita, publicada además en una magnífica edición que le hace justicia.

El jugador y De ratones y hombres están editados por Norma; Dorian Gray está editado por Diábolo.

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