Cultura

JuanPa Dos, animado

Para qué les voy a contar, seguro que ustedes lo tienen más que oído en los telediarios y los idioticiarios que se realizan a lo largo de la semana. Pero sí, escucharon bien: unos tipos en algún lugar decidieron –para mí que cuando todavía estaba de cuerpo presente– que la vida de Karol Wojtyła, alias Juan Pablo 2, podría ser peliculable; y efectivamente así ha sido, el pasado martes se presentó Juan Pablo II: el amigo de la humanidad, una producción de dibujos animados realizada por el Vaticano para niños y mayores. Un signo más de que el cine está al alcance de todos –y que todos esperamos no sea ésta una estrategia tipo documental CiU para captar “clientela”–.
Pero acercándonos un poco más a la realidad que nos rodea, tanto como para darnos de narices con ella, y aunque con esto ponga tal vez en un aprieto a los inventores de este medio –puesto que creo que el material daría para ampliar estas líneas–, me gustaría destacar la aportación que don José Julián Menor va a hacer al Archivo Municipal de nuestra ciudad. Se trata de poco menos que la memoria de los dos grupos de teatro que Pepe Menor, nombre por el que es más conocido, ha dirigido: el Candil y Perigallo. Y aunque a muchos se nos escape la más antigua de las dos compañías –eran otros tiempos–, seguro que en la memoria más reciente de Villena se recuerdan las aventuras que Perigallo emprendió durante sus últimos años: Nosferatu o Las Criadas; así como sus colaboraciones y coproducciones: Asterión, El loco y la monja, o el Festival La Cita. La memoria de estos grupos, que es la de nuestra ciudad, se encontrará muy pronto, como ya hemos dicho, al alcance de quien esté interesado.

Por último destacar la exposición que la Casa de la Cultura presenta sobre la obra de Lorena Amorós, una ocasión probablemente irrepetible para encontrarse o reencontrarse con Restos y “restos” de familia, de esta artista villenera. La exposición ya inaugurada el viernes pasado nos recrea escenas familiares desde una perspectiva altamente subjetiva, con colores y formas que proceden de algún lugar escondido en la memoria y que tintan lo que a priori podrían ser poco más que retratos familiares. El genio en los pinceles de Lorena da a las miradas, a las partes borrosas o manchadas, a los trazos, una fuerza que procede de la mirada subconsciente, del lado donde se albergan los temores, las obsesiones, las angustias. Una fuerza que da una nueva vida a unos recuerdos que no nos pertenecen pero que se acercan a nosotros y nos envuelven. Una fuerza que hace mentir sobre el recuerdo y lo universaliza, lo transforma en momento.

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