Justicia poética y pelotazos
Siendo merengón, siempre he admirado al Real Zaragoza, quizá por aquel golazo de Nayim, o porque creo que es un equipo que trabaja bien, y de ahí que cada dos por tres se llevara algún título a sus vitrinas, siempre de la mano de Víctor Fernández, sinónimo de buen juego y espectáculo
Pero Víctor ya no está, Nayim disfruta de su jubilación y Zaragoza se ha convertido en un terruño insolidario en el que sus gentes se creen propietarias del Ebro y sus políticos son unos impresentables, empezando por su presidente socialista y terminando por el abuelo cebolleta de la mochila. Por ello, me alegro del descenso de su equipo, y más aún cuando, con el dinero de todos los españoles, van a montar una Expo para explicar al mundo que el agua es suya y de nadie más. De ahí que la metáfora esté servida en bandeja, porque viendo llorar a los zaragocistas al consumarse el descenso, uno pensó mandarlos a gimotear a la orilla del Ebro, a ver si así, con sus lágrimas, aumentaba un poquito el caudal ecológico de los cojones, ese al que se aferran para negar toda solidaridad con Andalucía, Murcia, Valencia e incluso Cataluña, que dicho sea de paso es un lugar donde unos políticos nefastos se han tirado 30 años hablando sobre identidades nacionales, lenguas y banderas en lugar de construir pantanos para evitar que, en 2008, una de las principales capitales de Europa tenga que importar agua en barco desde la desaladora de Carboneras, que manda huevos la cosa.
No obstante, toda cara tiene una cruz, y basta seguir leyendo la clasificación para comprobar que también han descendido el Levante y el Murcia, dos equipos propiedad de dos Señores del Ladrillo que utilizan la notoriedad que otorga el deporte rey para seguir beneficiándose de sus otros negocios, esos en los que el agua, lejos de ser un bien de todos, es un elemento crucial en el juego de recalificaciones, especulaciones y cohechos con el que unos cuantos espabilados se han hecho riquísimos durante estos últimos 10 ó 15 años. De hecho, el Valencia, propiedad de otro miembro de la Cofradía del Pelotazo Urbanístico y el Chanchullo, ha estado a punto de sufrir la misma suerte. Lástima que bajen sólo tres equipos y no cinco, porque habría sido de una justicia absoluta, casi poética, ver a decenas de miles de enfervorizados hooligans arremeter contra sus respectivos presidentes, esos que no sienten más colores que los de los billetes de 500 euros (en B, por supuesto) ni más bandera que la del banco suizo donde guardan los millones estafados a los españolitos de a pie, eso sí, con la bendición de politicastros locales, provinciales y autonómicos que, independientemente de sus siglas, serían capaces de vender a su madre a cambio de un 10% de comisión.
De hecho, no es casualidad que todo el mundo coincida en señalar que la liga inglesa es la mejor de Europa ni que se disputen la Champions dos de sus equipos. Es bien sabido por todos, excepto por Hacienda, la Justicia y la Policía, que el fútbol español es una auténtica lavadora de dinero negro del ladrillo y que son los grandes promotores los que durante años han hecho grande nuestra liga a base de recalificaciones y pelotazos, chollo que, en estos tiempos de crisis que corremos, ya no es lo que era, como bien saben los trabajadores, incluidos los jugadores del Levante, porque una vez los promotores han hecho su negocio, y llegadas las vacas flacas, a los currantes nos van a dar por donde amargan los pepinos. Como siempre.