Bien estamos, estamos

Kubala con el balón

Sobre sus espaldas llevaba, como tantos otros centroeuropeos, mucha de la historia contemporánea y más triste de Europa

Entre múltiples versiones, la canción la recuerdo así: "La raspa la inventó / Kubala con el balón / Kubala chuta a Pirri / y Pirri mete gol". Algunos, en vez de Kubala decían Amancio. También existe una adaptación escatológica que narra que Amancio tira a Pirri y Pirri a Muñoz, Muñoz se tira un pedo, apesta al portero y llega el uno a cero. Así.

En Budapest, en la basílica de San Esteban, donde la mano incorrupta del primer rey de Hungría –la "santa diestra"– está enterrado Ferenc Puskás. Este verano, visitando la ciudad y enterándonos de lo de Puskás nos vino a la memoria la figura de Ladislao Kubala, futbolista también de origen húngaro que marcó nuestra infancia y adolescencia.

A ninguno de los dos los pude apreciar como jugadores en activo. Puskás, como jugador del Real Madrid se retiró en 1966. Kubala un año más tarde, en el Toronto Falcons. Pero lo dicho, éste último marcó nuestra infancia y adolescencia; por coincidir aquellos años para nosotros de sementera con su etapa de entrenador de la selección española. Por ello, porque lo fue entre 1969 y 1980, las selecciones de Kubala fueron también nuestra selección.

Las historias del fútbol español apuntan que para el equipo nacional el periodo entre 1966 y 1980 fue un periodo de decadencia. En 1966, sustituyendo a José Villalonga, Domingo Balmanya tomó las riendas del banquillo patrio. En 1968 le sucedió Eduardo Toba, que dimitió en 1969. Y a Toba, tras un breve periodo de transición en el que el equipo nacional fue entrenado conjuntamente por Miguel Muñoz, entrenador entonces del Real Madrid, Salvador Artigas, entrenador del Barcelona, y Luis Molowny, entrenador de Las Palmas, le sustituyó Kubala.

Durante esos once años, junto a Kubala, los nombres de nuestra selección serán los de Miguel Reina, Gaztelu, Pirri, Amancio, Velázquez, Gárate, Asensi, Iríbar, Rojo I, Ufarte, Adelardo, Marcial, Rexach, Luis, Quini, Rifé, Claramunt… pasando por los de Benito, Camacho, Del Bosque, Migueli… hasta los de Alesanco, Arconada, Gordillo, Cardeñosa, Santillana, Juanito… Mis amigos, más aficionados al fútbol y mucho más sabios en fútbol que yo, echarán en falta algunos nombres entre los que hemos enumerado. Consultando aquellas temporadas hemos apuntado los que más nos sonaban. Seguro que faltan muchos porque en once años fueron muchos. Años que dicen/decíamos de decadencia en los que la selección no dejó de entusiasmarnos.

Decadencia si el balance de Kubala como entrenador nacional puede considerarse decadente. A saber, de los sesenta y ocho partidos como seleccionador –treinta y seis de ellos oficiales– consiguió treinta y una victorias, veintiún empates y dieciséis derrotas. Siento que hay pasiones que siendo niños vivimos con mayor ardor que en el presente. Estando más dispuestos a resistir. El fútbol nos sigue gustando, pero ya no lo vivimos con la efusión que lo vivíamos en aquellos años de esperanzas y frustraciones. Unas y otras. Porque no hubo, cierto, triunfos trascendentes. Pero ahí estaba Kubala y nuestra selección.

Kubala, por su "extranjería", por su manera de expresarse, lo apreciábamos como algo exótico. Y lo admirábamos por su bondad. Sobre sus espaldas llevaba, como tantos otros centroeuropeos, mucha de la historia contemporánea y más triste de Europa. Su heroica experiencia personal, heroica como la de tantos otros centroeuropeos, fue utilizada por la dictadura franquista. Sirva de ejemplo la película Los ases buscan la paz. Kubala, huyendo del comunismo, terminó asentándose en España donde fue feliz. "Era tal esa felicidad –confesará Kubala– que no podía creérmelo. Estaban conmigo Vera y Branco. Entonces comprendí que en España había encontrado la paz".

Menudo gol en la portería contraria del otro lado del Telón de Acero.

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