Cartas al Director

La “Creu dels Caiguts” de Beneixama (Carta al director)

La palabra democracia deriva de dos raíces griegas: demos, es decir pueblo, y kratein, que significa gobernar. El término demokratia, que indica el gobierno del pueblo. En Atenas, las bases fundamentales de la democracia fueron sentadas, según Clístenes, por el uso de la palabra igualdad. Por eso una democracia sin igualdad no es una democracia.
La libertad y la igualdad en un pueblo como Beneixama, en el que una gran mayoría es católica, se expresa también en su sentir religioso, que no ofende a nadie, porque aquel que se ofende por el cristianismo, o es un ignorante o un malvado. Ignorante porque desconoce lo más básico de la doctrina cristiana y malvado porque si la conoce, y aun así la persigue, por necesidad debe ser un malvado, porque aquel que se opone al Bien y a la máxima cristiana de “dar la vida por el prójimo” es un egoísta, y seguramente, un antidemócrata.

La doctrina cristiana preconiza “el amor al enemigo” y por eso no guarda rencor a ningún hombre, ni de derechas ni de izquierdas. La “Creu dels Caiguts” fue erigida por cristianos católicos en recuerdo de todos los caídos en la Guerra Civil Española, ya que de no ser así, habría perdido su sentido cristiano.

Es curioso que aquellos que se erigen como heraldos de la democracia hagan tantas veces oídos sordos a la opinión del pueblo expresada democráticamente, por ejemplo, en un pleno municipal. Y como decía en el encabezado de este artículo una democracia sin libertad no es una democracia. Quizá tendríamos que escribir otro artículo para definir la libertad y diferenciarla del libertinaje que desgraciadamente encontramos entre nosotros.

Una máxima latina reza “Corruptio optimi pessima”: la corrupción de los mejores es la peor. Hay personas de una gran valía, demostrada a lo largo de su trayectoria académica y personal, que ocupan nichos en la sociedad como formadores, no sólo como maestros, sino también como formadores, ya que colaboran con la familia y el resto de la sociedad en la formación de personas. Cuando estas personas siguiendo no un ideal, sino un “ídolo” en el sentido más literal de la palabra, arrastran a otros en su error, ya no son formadores, sino corruptores y justamente por la responsabilidad que tienen y el lugar que ocupan, tienen una mayor responsabilidad y deben con mayor esmero que los demás velar por su propia integridad moral y personal.

Fdo. Josep María Valdés i Conca

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