Apaga y vámonos

La basura, con la basura

El anuncio de una posible huelga de los trabajadores del servicio de recogida de basura a partir del 1 de septiembre, que se prolongaría durante Fiestas, es una de esas noticias que llenan de inquietud y uno desea que no se produzcan. Si durante nuestras Fiestas la ciudad se convierte en un estercolero, y a pesar de recoger a diario la basura hay zonas donde los olores son inaguantables, imaginen una semana entera sin recogida y con treinta y tantos grados a la sombra.
Sin conocer al detalle los entresijos de la situación, no parece que las reclamaciones de los trabajadores –básicamente, que se les incremente el salario en función del aumento real del IPC durante 2011– sean desproporcionadas. Al contrario, tengo la sensación de que la actual concesionaria, que está haciendo todo lo posible por retrasar el cambio de empresa decidido por nuestro ayuntamiento, no tiene intención de gastar un céntimo de más en nuestra ciudad, en la que sabe que ya no va a seguir haciendo negocio con esta contrata, y en la que además se ha encontrado con un consistorio ineficaz que lleva más de dos años hablando de sacar los pliegos para la nueva adjudicación pero que a la hora de la verdad no ha sacado ni una etiqueta de Anís del Mono. Así las cosas, y mientras el ayuntamiento no saque los pliegos, Secopsa seguirá ganando dinero a nuestra costa con un servicio manifiestamente mejorable y sin atender las justas reclamaciones de sus empleados.

Estos últimos, en su derecho, amenazan ahora con recurrir a la huelga para reclamar lo que consideran justo, y no hay mucho que objetar al respecto, puesto que se trata de un derecho constitucional, salvo que en el caso de ciertos servicios públicos, la patada que los trabajadores pegan a su patrón acaba golpeando en el culo de los ciudadanos, que son quienes van a sufrir en sus carnes las molestias derivadas de una huelga de este tipo, fundamentalmente olores nauseabundos y una imagen como ciudad que va a dejar mucho que desear precisamente en el peor momento, cuando Villena se convierte en un escaparate e invita a todo el mundo a disfrutar del espectáculo que suponen los Moros y Cristianos, para los que además andamos pidiendo el reconocimiento de Fiestas de Interés Turístico Nacional. Mire usted, señora, que como se le ocurra venir a la Comisión que tiene que concedernos dicho título para ver en vivo y en directo el objeto de su estudio, menuda impresión se van a llevar.

Es por ello que, desde estas humildes líneas, pido a los trabajadores que reflexionen y reconsideren su situación. No quiero decirles, ni mucho menos, que renuncien a su protesta, pero sí hacerles ver que con su decisión no van a perjudicar ni a su empresa –a la que Villena se la suda, porque ya no le queda casi nada que rascar aquí– ni a sus jefes, que a buen seguro vivirán en Valencia y alrededores, sino al conjunto de villeneros, que no tienen culpa alguna de la nula sensibilidad de los responsables de Secopsa.

Si lo que de verdad quieren es que la empresa les escuche, yo lo que haría sería recoger la basura con normalidad y vaciar los camiones en la puerta de la sede de la empresa (en el Parque Tecnológico de Paterna) y frente a las casas de sus directivos y altos cargos. Así a buen seguro se darían por enterados de la situación, y Villena, que no tiene culpa alguna, podría disfrutar con tranquilidad de sus deseadas Fiestas.

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