Editorial

La batalla de Almansa

El 25 de abril se cumplirá el tercer centenario de la Batalla de Almansa, un acontecimiento de la máxima magnitud capaz por si solo de cambiar el rumbo de la historia de España y de media Europa, pues en él estuvieron implicadas todas las potencias de la época –España, Inglaterra, Francia, Portugal, Holanda…–, puso fin al reinado de los Austrias y supuso la instauración de la dinastía Borbónica en nuestro país.
Sin tanta importancia, al menos en lo que a nuestra vida cotidiana concierne, desde el pasado jueves parece haber comenzado una reedición de dicha batalla, pues las noticias llegadas desde la localidad albaceteña relativas al acuerdo suscrito entre su Ayuntamiento, la comunidad autónoma de Castilla – La Mancha y el Ministerio de Fomento, han disparado todas las alarmas y abierto la caja de los truenos en Villena, como pone de manifiesto el alud de declaraciones, desmentidos, comunicados y foros suscitados a lo largo de los últimos días.

Anunciábamos en este mismo editorial la semana pasada que el problema de las vías se va a convertir en un arma electoral de primer orden en una campaña que ya ha sido lanzada, y advertíamos a los diferentes grupos políticos ante la posibilidad de que cualquiera de ellos, más allá de sus legítimos intereses partidistas, quisieran hacer de este tema un elemento clave en la contienda electoral pasando por encima de lo que fuera necesario, porque antes o después tendremos respuestas, sabremos quién ha actuado movido de buena fe y quién, en cambio, ha sido capaz de engañar a los ciudadanos a cambio de un puñado de votos.

Dicho de otro modo: los ciudadanos exigimos responsabilidad y transparencia a nuestros gobernantes, tanto a los integrantes del equipo de gobierno como a los miembros de la oposición. Queremos saber cuál es el verdadero proyecto de Fomento –qué trenes van a pasar por qué tipo de vías, por ejemplo, porque ahí radica la verdadera viabilidad del prometido soterramiento–, queremos saber cuáles son los plazos de ejecución de dicha obra y queremos saber cuál es su coste económico. Queremos, en definitiva, acudir a las urnas con toda la información disponible en nuestra mano para ejercer en plenitud nuestro derecho al voto, porque de cualquier otro modo, más que votar estaríamos haciendo un ejercicio de fe (otro más…) y depositando nuestra confianza y la decisión más importante para el futuro de nuestra ciudad en manos de unas siglas, un amigo, una cara conocida… cuando ahora, más que nunca, habrá que votar aconsejados por los datos y por la razón.

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