Fuego de virutas

La bicicleta

Como fondo de escritorio alguien puso la fotografía de la bicicleta en los ordenadores de la sala de profesores. La fotografía y un mensaje: "'Vehículo oficial' del nuevo alcalde de Villena". Todo ello sacado de la edición digital de este periódico. Y hay quien se lo tomó a broma. Como una más de quien muchas veces habla orgulloso de las cosas de su pueblo. Una más de quien por aquello de romper la rutina del trabajo cotidiano suele gastarlas. Pero éste de siempre no había sido. Y lo de la bici tampoco era broma.

Lo de la bicicleta sonó a broma. Y mira que la bicicleta por aquí, por la Vega Baja, es piel de la gente. Bueno, a lo peor era. Era cuando los martes de mercado las mujeres hacían equilibrios llevando la compra de la ciudad a la ciudad, de la ciudad a las pedanías próximas. A los pueblos vecinos. El profesor Antonio Escudero cuando nos recuerda entrañable los fines de semana en la Orihuela de su infancia y juventud refiere el espectáculo de las bicicletas, cientos, aparcadas junto al Rancho Grande, apiñados esqueletos de hierros ocupando la plaza. Y lo gracioso de aquellos paisanos de la comarca que trajeados de domingo –con traje verde "léctrico"– paseaban dando la vuelta a los puentes o por la Glorieta descuidados con la pinza en el camal, aquella pinza utilísima para que la faldilla del pantalón no se manchara con la grasa de la cadena o no se enganchara en la misma. Luis T. Bonmatí en "La llanura fantástica" (Huerga, Madrid, 1997) un libro delicioso para conocer paisaje y alma de la Vega Baja afirma –refiriéndose a Catral– que "las bicicletas tendrían que figurar en el escudo de este pueblo fantástico."

Y así debería ser en muchas poblaciones de España. Pero no es. En algunas ciudades españolas está recuperándose el uso de la bicicleta. Pero con timidez. Resultará curioso que ha sido en Berlín la ciudad donde con mayor facilidad hemos disfrutado de la bici. Por el centro y no centro. Si bien, Berlín de la mano de mi prima Ángeles Galbis Amorós, en bicicleta, a pie, en metro, es siempre disfrute. Maravilla. Ange, Peter, Henrik... Domingo de sol, orillas del Spree, barrio judío, mercado, alguna impertinencia de avispa y mil maravillas por la ciudad en la que nos envuelve toda la historia de Europa. Así debería ser pero no es. El carril bici que frecuentamos en Orihuela, el que lleva desde la Ocarasa hasta Beniel pasando por el campus universitario de Los Desamparados es un carril suicida. Mejor la orilla del río, más segura.

La bici como vehículo oficial del Alcalde de Villena no debería resultar broma. Tampoco sólo gesto. Lo bueno de Francisco Javier Esquembre –Patxi Esquembre– es que no ha de sorprender en estas cosas. Quienes no lo conocen podrán verlo como gesto; quienes lo conocen no, porque toda su vida viene hilando dichos y hechos. Que es predicar con el ejemplo. Y hablando de prédicas, el discurso de investidura, en pasajes conmovedor, habrá de guardarse en la memoria local como ejemplo de belleza dictada por el corazón y por la razón.

Pero volviendo a la bicicleta, y terminando, sirva la imagen de ese "vehículo oficial" para esperar una ciudad más de los ciudadanos que de los coches. Desde mediados del siglo pasado nuestras ciudades vienen organizándose en función de los automóviles, no de las personas. Por eso aplaudimos el que se recuperen siquiera unos metros para los viandantes. Por eso nunca entendimos la oposición verde local a la peatonalización perenne de la fachada del Teatro Chapí. Tiempo.

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