La calle es nuestra
Lamentablemente, se está convirtiendo en costumbre ver aparecer a la Policía Local por los bares de copas a partir de cierta hora con el objetivo de hacer cumplir a rajatabla los horarios de cierre de tales locales, en los que a esas horas puede haber cientos, sino miles, de paisanos cuyo único delito es intentar pasarlo bien en su pueblo sin necesidad de jugársela en cualquier curva.
Lo cierto es que, con la ley en la mano, tienen razón. Aunque también la tenían, si no recuerdo mal, cuando en un arranque de no-sé-qué multaron a más de doscientos paisanos para presionar al equipo de gobierno. Y entonces, si sigo sin recordar mal, Vicenta Tortosa anuló por decreto todas esas multas, que es lo que ahora le ruego que haga respecto al atraco que han sufrido algunos empresarios del ocio de Villena últimamente.
En cualquier caso, y ante lo que considero una estupidez, no puedo resignarme a ejercer de ciudadano-ejemplar-que-respeta-las-leyes. ¿Qué más da cerrar un bar a las tres y media que hacerlo a las seis? ¿Se trata de las molestias causadas a los vecinos? Pues o todos o ninguno, señora. Que a mi me molestaron mucho durante la diana del Ecuador y tuve que fastidiarme. Y me fastidian mucho los arcabuceros. Y cualquier desfile, que por triste que sea nos cierra a los conductores (sin devolvernos la parte proporcional del Impuesto de Circulación) la Avenida de la Constitución y la Corredera. O las motos con escape libre. O tantas y tantas cosas que necesitaría tres columnas para escribirlas. Y me fastidio, ya le digo.
Estoy convencido de que muchos de los vecinos (padres y madres, o mejor dicho, progenitores A y B) que se quejan del ruido sufrirán mucho más ante el silencio tenso de una calle vacía, sabiendo que sus hijos se han ido en coche vaya a saber con quién, en qué estado y a dónde en busca de una diversión que se nos niega en Villena. No podrán dormir por mucho silencio que haya. No podrán dormir hasta que no oigan la puerta y respiren aliviados sabiendo que han ganado a la ruleta una semana más hasta el próximo viernes, en que volverán a jugar a todo o nada.
Me repatea, además, que el dueño de un local de ocio denuncie al resto de locales de Villena con tal de hacer una hora más de caja, algo ante lo que me revelo: nunca más volveré allí por cerrado que esté todo. Aguantaré en mis bares de siempre mientras estén abiertos, y cuando la Policía los cierre me iré a hacer una diana yo solito, chimpum-chimpum, a ver quién tiene arrestos para sancionarme. ¿Por qué no voy a poder hacerlo yo si a otros les dejan?
Por todo ello, estoy pensando que quizá deberíamos actuar en Villena como se ha hecho recientemente en Zaragoza: organizar un botellón-protesta en un lugar bien céntrico a medida que la Policía pase cerrando los bares, o realizar concentraciones semanales, en plan cacerolada, reclamando nuestro derecho a divertirnos sin tener que coger el coche y sin pasar por el aro del Templo del Garrafón.
Si le tocamos la moral a la Policía, al concejal responsable y, por elevación, al conjunto de los gobernantes, seguro que son capaces de hacer la vista gorda ante la legislación autonómica (no sería la primera vez, ni seríamos la primera ciudad) y tener en cuenta las demandas del colectivo de noctámbulos, que cada día somos más. Porque además de noctámbulos, somos votantes. Y somos muchos. Y queremos divertirnos sin arriesgar la vida cada fin de semana. Hagan algo, por favor.