Cultura

La Criba y la Organización

La Criba, ese sencillo y útil instrumento concebido para la selección, es representativo de la decisión y la coherencia. Y aunque no parece presentar mayor problema a la hora de separar pongamos las piedrecillas o los granos parduscos del arroz que vamos a preparar, resulta más compleja aplicada a otros asuntos, donde no es menos necesaria. La Criba no sirve únicamente para desechar lo malo entre lo bueno, también nos puede ayudar a separar con el fin de organizar. Y estos dos momentos: la criba y la organización, supuestamente ejecutados con inteligencia, son los que procuran un proyecto sociocultural abierto (no restrictivo) y con futuro.
En materia sociocultural, desde ya casi una década (o más si lo consideran) Villena se ha visto en la necesidad de sacar adelante los proyectos tanto de sus grupos y asociaciones locales como de los distintos espacios municipales que se han ido sumando con el tiempo. Como los hongos, afortunadamente –grupos de teatro, música, cine, danza, pintura o debate; así como actividades, ciclos, encuentros o festivales– han ido y van floreciendo con mejor o peor fortuna. Aunque desde hace ya algunos años vamos acusando la ausencia de un terreno, un plan municipal que permita tanto el nacimiento, como el crecimiento, como la consolidación. Esto lo vemos en la precariedad que sufren algunos proyectos, en los solapamientos de actividades en el calendario villenero, en el uso que se da a los espacios e infraestructuras municipales, por citar solo unos cuantos indicadores. Porque el problema no es que nuestra agenda esté saturada, que podría pensarse dadas las características de nuestra ciudad, sino que todo se desarrolla de un modo arbitrario que da lugar a carencias y desigualdades. No crean que es complicado lo que les digo, pero tampoco es tan fácil. Se trata de aplicar algún tipo de esquema organizativo, un mapa donde podamos movernos tanto al promover como al decidir en qué actividad queremos participar.

Es posible una conciliación entre las programaciones públicas, y también de ellas con las iniciativas particulares. Han pasado ya décadas desde los primeros ensayos en materia sociocultural y su progreso ha sido aritmético en los últimos años: encontramos infinidad de ejemplos en pueblos y territorios a lo largo y ancho del globo. Ya no da lugar al asombro por ejemplo la rebeldía de las primeras alternativas off a la sombra de grandes festivales –hasta el punto de tener que recurrir a los off-off para seguir buscando un hueco. Huecos, reitero, que aparecen gracias a la oficialidad del festival contra el que se actúa–. Existe un modo de hacer, unas fórmulas, una intervención, que es cada vez más necesaria en Villena, puesto que crecemos semana a semana. Necesitamos un terreno preparado para acoger lo que tenemos y lo que vendrá, y lo necesitamos antes de que este imparable movimiento sociocultural que nos caracteriza se asfixie y asfixie las nuevas criaturas, tal vez efímeras, tal vez grandiosas, que comienzan a respirar.

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