La cultura en España y la madre que nos parió
Una de las últimas que el actual Ministro de Cultura, Deporte, Educación y Viceversa nos regaló fue que: él solo tira la toalla al salir de la ducha. Y aunque de la biografía de Don José Ignacio apenas sabíamos que nació en Madrid, que es el hijo pequeño en una familia numerosa y que fue tertuliano en radio y televisión; ahora, gracias a sus decisiones políticas y a sus exabruptos, vamos averiguando algo menos. Porque poco podemos fiarnos de las contadas opiniones por parte de sus compañías ideológicas: ya sabemos que si hoy el señor Wert abandona el PP, mañana dirán que no tienen nada que decir de alguien que no está en su partido.
El caso es que el señor Wert está poniendo las cosas en su sitio, al menos en materia de Cultura: está diciendo que todos y todas podemos ser partícipes tanto en su creación como en su disfrute: cualquiera puede comprar una barra blanca de maquillaje y salir a la calle a hacer mímica o lo que quiera que se haga con la cara pintada de blanco. De igual modo cualquiera puede detenerse unos minutos a observarle o continuar su camino. Democracia y libertad. Por supuesto. Otra cosa sería hablar de lo que el Estado determina que debe hacerse y lo que estipula que se debe pagar por disfrutarlo. Tres euros la visita al Castillo de la Atalaya de Villena, por ejemplo. Otra cosa sería hablar de los parámetros inexistentes que justifican la aportación del dinero común para apoyar o no un proyecto cultural dado. De modo que basta media mañana para justificar, con la pertinente aleatoreidad, la retirada de apoyos a cien o doscientas iniciativas culturales a favor de otras más apetecibles, o incluso a favor del rescate de cualquier caja de ahorros, por poner el caso.
La cultura no muere; y tal y como están las cosas podemos afirmar con seguridad que pertenecemos a un cacho de la Historia avocado a la mediocridad y el olvido. Sobreponerse a tal designio requiere determinación y entereza, y no hacen falta demasiados datos para certificar que ya desde antes de nuestra ejemplificante Transición a ningún gobierno español le ha importado una mierda aquello de la Cultura. Y es normal. Porque lo que realmente da dinero, suculentas comisiones e importantes puestos de trabajo con responsabilidades tan livianas como gruesos sueldos, son las inversiones en infraestructuras, o en empresas energéticas.
Así, mientras este país lucha por su identidad y por seguir adelante, allá arriba se lucha por cambiar la percepción que la ciudadanía tiene de su oficio. Hay que procurar volver a ganar el afecto a la labor política. ¡Y qué mejor modo que llenarnos la televisión de mierda, que alejarnos de las salas de cine, los teatros, los museos
, tenerlos controlados al menos! ¡Ay, señor Wert, cuando usted comprenda que no es el único, que solo es uno más en el cubo de despojos! Eso seguro que realmente le va a joder