La cuota nacional
Abandonad toda esperanza, salmo 257º
No hubo manera: al final me quedé sin ver Balada triste de trompeta y Biutiful. Llegaron las Navidades cargadas de estrenos para toda la familia -la enésima versión de Los viajes de Gulliver, una de dragones y otra de un rey niño-, así como los consabidos blockbusters (Tron: Legacy, la de Christina Aguilera y Cher o esa que reunió a Johnny Depp y Angelina Jolie y los paseó por Venecia); estas cintas relegaron a otras que en cualquier otra fecha habrían durado mucho más a pases nocturnos y cines del extrarradio, lo que dificulta mucho el asunto a los que madrugan para trabajar, no conducen, son padres de niños pequeños o simplemente pecan de vagancia supina. Y dado que un servidor cumple los cuatro requisitos, ustedes me dirán.
Así pues me quedé con las ganas, para una vez que me interesan de verdad un par de cintas habladas en mi idioma y que también por una vez podría haber visto en versión original sin problemas. La polémica alrededor de la V.O. viene de lejos, y se ha vuelto a hablar del tema porque por vez primera desde las altas esferas del poder un ministerio (ojo, el de Educación, no el de Cultura) ha destacado públicamente algunas de las connotaciones negativas que conlleva para la sociedad española que el cine extranjero que se estrena aquí lo haga masivamente de forma doblada. Se ha señalado principalmente nuestro gran atraso en el manejo de otros idiomas en comparación con el resto de Europa, y se ha argumentado que si todas las películas se estrenasen solamente en su idioma otro gallo nos cantaría. Es cierto, pero no creo que haga falta recurrir al currículo del españolito medio para defender la V.O. pudiendo ceñirnos al respeto a la obra tal y como fue concebida. ¿O acaso creen que por mucho que me interese el cine de Peter Weir o me tienten los premios y las buenas críticas voy a claudicar y ver doblados al soberbio Ed Harris en Camino a la libertad o a la pareja formada por Colin Firth y Geoffrey Rush, cuyo duelo interpretativo es el mayor aliciente de El discurso del rey? Sobre todo si tenemos en cuenta que los personajes de la primera son de nacionalidades diversas y en la segunda Firth interpreta a un monarca tartamudo y Rush a su flemático logopeda...
No defenderé ciegamente a los internautas que descargan películas de la red indiscriminadamente (delito que yo jamás cometería, bien sabido es que cuando veo una película no estrenada aquí es porque he cogido un vuelo a Londres o Nueva York y me he comprado allí el DVD), pero mientras ver una película extranjera en V.O. sea casi siempre una utopía, por no hablar del cine minoritario que no llega a estrenarse en provincias (¿alguien ha dicho Godard?), no seré yo quien defienda la promulgación de la temida Ley Sinde. Y volviendo al cine español: precisamente cuando me disponía a cumplir con la cuota nacional desde primeros de año acudiendo a ver También la lluvia de Icíar Bollaín, se dieron a conocer las nominaciones a los Goya, y me resulta harto sospechoso que los dos títulos con más posibilidades de llevarse varios cabezones sean esta y la citada Balada, ambas dirigidas por el presidente y la vicepresidenta de nuestra academia. Eso y el aroma buenrollista que despide el film -los que me conocen saben que no soy sospechoso precisamente de simpatizar con Intereconomía o la Cope, pero pocas cosas me molestan más que la demagogia mal disimulada-, me han convencido de quedarme en casa como protesta viendo cualquier DVD. En versión original, claro, y pagando los cánones que me toquen como contribuyente... por no hablar de los billetes de avión a Londres o Nueva York, que por mucho low cost que sean están por las nubes.
Balada triste de trompeta, Biutiful y También la lluvia se proyectan en cines de toda España.