Fuego de virutas

La de las Navas

El dieciséis de julio se cumplieron ochocientos años –sucedió en 1212– del aniversario de aquella batalla que la historiografía tradicional considera entre las más importantes de la Reconquista en la Península Ibérica. La de la Navas siempre se ha señalado como linde de la Historia. El antes y después de las Navas marcaba el cambio en la hegemonía, de musulmana a cristiana, en Al-Ándalus.

Cerca de Santa Elena (Jaén) tuvo lugar la lid. Un pastor llamado Martín Halaja, a saber si camuflaje del mismo San Isidro según algunas tradiciones, orientó a los soldados cristianos ungidos de cruzados sobre un paso propicio en Sierra Morena conducente a un valle desde donde afrontar la batalla con ventaja sobre los ejércitos del califa almohade Abu Muhammad Abdallah al-Nassir, Miramamolín para los cristianos por adaptación de oídas del Amir al-Mu'minin, Príncipe de los creyentes. Doce mil efectivos musulmanes contra otros tantos cristianos; guerreros éstos de Aragón, Castilla, Navarra, voluntarios de León y Europa y caballeros de diversas órdenes militares. En 1211, Inocencio III había declarado la Cruzada en Al-Ándalus contra los "infieles" almohades atrayendo a la cristiandad al combate, especialmente a los reinos cristianos de la Península Ibérica convertida en nueva Jerusalén. La amenaza sobre Toledo, plaza simbólica para los contendientes y en especial para el bando cristiano por haber sido capital del reino visigodo, había aumentado desde las derrotas cristianas en Alarcos (1195) y Salvatierra (1211), preocupando especialmente al rey castellano Alfonso VIII.

No obstante los dichos doce mil efectivos por un lado y poco más por otro, o acaso los 15.000 cristianos y 20.000 musulmanes, son cifras de investigaciones más recientes que considerablemente sisan combatientes a las crónicas más próximas a los hechos. Como suele pasar en tantas guerras –hasta en las contemporáneas–, las cifras de combatientes siempre son confusas. Algunas fuentes hablan de 180.000 cruzados frente a 470.000 musulmanes, otras de 70.000 de los de la cruz frente a 120.000 de los de la media luna, cantidades víctimas de la exageración de todos. Quien gana dice contra muchos para magnificar el éxito, quien pierde dice también contra muchos para justificar la derrota. Esto mientras la experiencia acepta la lógica de Roger de Rabutin que escribió que "Dios suele estar con los grandes escuadrones frente a los pequeños", frase que nos recordaba Néstor Luján en su "Cuento de cuentos. Origen y aventura de ciertas palabras y frases proverbiales", trayéndonos al tiempo aquella cuarteta anónima y maniquea que, según Luján, tanto gustaba a Unamuno: "Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos, / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos."

Al respecto de las cifras, la "intuitiva, sintética y práctica" Enciclopedia Álvarez de Segundo Grado, concretamente la correspondiente al tercer y cuarto curso del período elemental, decía que Alfonso VIII "derrotó a un ejército de medio millón de moros en la batalla de las Navas de Tolosa". Pero no estuvo solo el rey castellano, además participaron Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón.

Derrotados los ejércitos musulmanes se produjo la división de la España musulmana en reinos de Taifas. La experiencia de las Taifas ya se había vivido con la caída del Califato de Córdoba, aprovechándola los almorávides para ganar Al-Ándalus. Tras los almorávides, una nueva desintegración benefició a los almohades y, tras la batallas de las Navas, otra vez la descomposición fue debilidad rentabilizada por la paulatina fuerza derivada de la asociación de los reinos cristianos que mediante casamientos y pactos fructificaron si no en unidad sí en unión de reinos. Y siempre se ha dicho que la unión hace la fuerza.

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