La dictadura de los partidos

Al fin se ha desvelado una de las incógnitas que más páginas y horas de informativos ha ocupado a lo largo del curso político: La Presidenta y portavoz del Partido Popular, Celia Lledó, será la candidata a la Alcaldía en las elecciones municipales de 2007.
Arropada por el Secretario General del PP de Villena, José Joaquín Oliva, y por la mayor parte de los integrantes de la Ejecutiva del partido, Lledó anunció su confirmación como candidata y se presentó a sí misma como la futura alcaldesa de Villena, pues en la formación popular están convencidos de que la ciudadanía va a respaldar de manera mayoritaria su proyecto político para los próximos cuatro años. No obstante, no es éste el espacio adecuado para informar de dicha noticia. A lo largo de los próximos meses habrá tiempo y espacio para desvelar las claves y propuestas de un programa electoral que está en pleno proceso de elaboración.
A pesar de que el Comité Electoral del PP local haya barajado varios candidatos hasta designar a Celia Lledó; a pesar de que la propia candidata haya querido restar credibilidad a las noticias relativas a una posible candidatura de Andrés Martínez lo cierto es que ésta última era la candidatura avalada, y pretendida hasta el último minuto, por las altas instancias del partido en la Comunidad Valenciana. Únicamente el rechazo de Martínez ha posibilitado la candidatura de Lledó, cuyas opciones, o las de cualquier otro militante de base del partido, hubieran sido barridas de un plumazo desde Valencia en caso de que la respuesta de Andrés Martínez hubiera sido positiva.
Nos encontramos, por tanto, ante una nueva muestra (la designación de Miguel Sebastián como candidato a la Alcaldía de Madrid por el PSOE sería otro ejemplo reciente) de lo que algunos han dado en llamar partitocracia, una auténtica dictadura de los partidos políticos, que, convertidos en una enorme maquinaria publicitaria cuyo único objetivo es alcanzar el poder, han aplastado sin rubor alguno cualquier atisbo de verdadera democracia en su propio seno, aunque para ello haya que pasar por encima de la voluntad de los afiliados y militantes de base, verdadera alma de los partidos.
Por ello, no cabe sino reclamar un cambio en el modelo electoral y apostar de una vez por todas por las listas abiertas, única forma de que los ciudadanos podamos elegir a nuestros representantes sin mediar los designios de cualquier desconocedor de nuestra realidad más cercana.