La disciplina
Los que fuimos al Colegio de Doña María cantábamos marchas militares por las mañanas. Luego en los Salesianos aprendimos a hacer fila y cuadrarnos para subir a las clases. Me hablaron del miedo en la época del ordeno y mando.
Se acataba con sumisa obediencia al amo en la fábrica, al maestro en la escuela, al esposo en la casa y al jefe de puesto de la Guardia Civil hasta debajo de las piedras. Eran tiempos de severa disciplina militar en todos los ámbitos de la vida y a quien se salía del tiesto se lo llevaban al cuartelillo donde de primera mano le reconducían al redil.
Por el esfuerzo y la comprensión de todos los habitantes de este territorio (cuando se publique la carta tal vez siga llamándose España) aquello es parte del recuerdo. La disciplina ya no es utilizada como método para enseñar. Ahora se fomenta el intercambio de conocimientos, la riqueza del debate, la crítica constructiva. En el ámbito laboral se crean equipos de trabajo, con aportaciones multidisciplinares y modernas técnicas de liderazgo creativo. En nuestra casa buscamos la igualdad en la pareja y el diálogo con nuestros hijos. Rechazamos la cerril imposición, la prepotencia, y las conductas dictatoriales.
Hay que ver cómo hemos cambiado. Y sin embargo desde hace un tiempo a esta parte cada vez se escucha más la expresión Disciplina de Partido. Pretenden que cuando un ciudadano se afilie a un partido, en caso de ser elegido por sus vecinos para representarle trabajando en la cosa pública, se trasmute. Deje de ser quien era para reencarnarse en un disciplinado militante. Y cuando se adscribe al sector oficialista se manifiesta que la abducción de sus órganos cognoscitivos por el partido es plena, convirtiéndose en un replicante de lo que en cada momento decidan los barandas del comité ejecutivo o presidencia regional (según el caso). Aunque sea una barbaridad.
Menuda contradicción. Estamos en el tiempo del diálogo, el talante y la pluralidad. Escuchamos a todos y todos pueden disentir
menos los del partido. Estos tienen que ser disciplinados y cumplir las órdenes del superior jerárquico sin rechistar, porque como se le ocurra decir algo contra la línea oficial
al cuartelillo con ellos para darle matarile. El que discrepe desaparecerá de la lista de candidatos de las próximas elecciones, siendo condenado a vagar por las oficinas del INEM. Y esto, pobrecitos míos, no lo pueden soportar. ¡¡Porca miseria!!