De recuerdos y lunas

La España del exilio

Por poco que uno hurgue en la Historia de España siempre descubre que, como constante dolorosa, unos españoles han sobrado frente a otros. Si así nos puede parecer que fue en tiempos más lejanos con los sefardíes y con los moriscos, esta realidad de penosas exclusiones ha sido también más reciente, en los siglos XIX y XX. Y concretamente intensa y desgarradora con motivo de la última guerra civil, verdadera tragedia, "desenlace casi apocalíptico" –escribe Juan B. Vilar– de una vieja crisis.

Precisamente, el profesor Vilar ha publicado un libro –otro, titulado "La España del exilio" (Síntesis, Madrid, 2006)– donde se estudia, con la meticulosidad que caracteriza los trabajos de nuestro paisano, la España de las emigraciones políticas más próximas, la de los siglos XIX y XX. Sobre ello versó la lección inaugural que Juan B. Vilar pronunció en la Universidad de Murcia con motivo de la apertura del presente curso 2006-2007. Y en esta lección el catedrático ya anunciaba que su discurso era anticipo del libro que nos ocupa.

Si el grueso del estudio, los doce capítulos donde se analiza cronológicamente la realidad del exilio, nos satisfará la curiosidad historiadora; la introducción no es exordio de relleno. Tres aspectos fundamentales para preparar la atención de la obra se desarrollan, entre planteamiento y metodología, en ella. Un primer aspecto es el de las precisiones semánticas y conceptuales, siempre necesarias en toda investigación que se precie de científica. Pues no es lo mismo, por ejemplo, emigrante que emigrado. O también interesa conocer el porqué algunos, como el filósofo José Gaos, se sentirán, asilado en Méjico, "transterrados". Otro aspecto que se trata son unas hermosas páginas de reflexión dedicadas al exilio como expresión de intolerancia. Y también, una valoración de los efectos renovadores y modernizadores del destierro completa la introducción que decimos de interés. Y luego sí, viene lo preciso de lo estudiado, periodo por periodo, personaje por personaje. Porque la obra alterna con lucidez la historia política y la biografía. Y se apuntan vidas con miga para futuras monografías.

Leyendo el libro de Vilar sobre el exilio español y concretamente lo dedicado a los niños de la guerra me ha vuelto a la memoria una película que marcó nuestra infancia, "El otro árbol de Guernica" de Pedro Lazaga con guión de Luis de Castresana, autor de la novela del mismo título. Quizás porque los protagonistas eran niños como nosotros, lo vivido por ellos nos parecía insufrible. Pero así fue para muchas personas la experiencia del extrañamiento. Una experiencia de lástima grande. La misma lástima que percibí, justo el verano pasado, cuando en Colliure –"Estos días azules y este sol de la infancia"– visité la tumba de Antonio Machado y Ana Ruiz, su madre, fallecida al tercer día de morir el hijo.

Vilar nos muestra, al cabo, desde hace doscientos años hasta acá, la tragedia de esa España peregrina donde los españoles, como dice el autor, hemos sido víctimas y verdugos de nosotros mismos. Todo ello contabilizado con la precisión que permiten las fuentes y los estudios más concienzudos. Leído lo leído, pena, sólo nos queda la pena y la inquietud por saber si estamos dispuestos a evitar lo que, conocida nuestra historia, no hemos evitado. Y sólo saber que aún hoy, una parte de españoles no pueden vivir donde quisieran vivir, donde nacieron, porque les corre en juego su vida, hace comprensible lo que vista la historia nos parece incomprensible. Incomprensible si no fuera porque Vilar nos cuenta lo pasado con fundamento; incomprensible si no fuera porque todavía sucede de verdad el que, en España, unas personas no quepan donde otras.

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