Cultura

La frenética actividad estival

Casi podríamos decir, dada su cercanía al solsticio y dadas las altas temperaturas que vivimos aquel ya lejano fin de semana, que el verano en Villena llegó con el VEM 2017 (Villena es música). Poco menos que veinticuatro horas de música en directo de todos los estilos y en decenas de espacios de nuestra ciudad, muchos de ellos estrenados con notable éxito este año, además de incluir el festival de hip hop Carril Festival en su programación.
Un nuevo éxito de convocatoria, tanto en la parte ejecutante como en la expectante, que además en la presente edición destinó los beneficios recaudados gracias a la solidaridad del público asistente a una asociación internacional dedicada a paliar la precaria situación que sufren las personas refugiadas.

Así empezaría nuestro verano, como un augurio de todo lo que todavía quedaba por venir. Como la contribución de la Casa de la Cultura –conciertos, clown, circo, títeres, magia…– a las diferentes Semanas Culturales de los barrios de nuestra ciudad, la Semana del Mestizaje, que culminó con la presencia de Raimundo Amador en el escenario de la XII Noche Étnica Mestizaje celebrada en La Troya, también con notable éxito, o los conciertos del VoWeek organizados por la Sede Universitaria, el Club de Jazz de las Mil Pesetas y la Kakv.

Lo que nos deja, sin olvidar las festividades de cada barrio, con un horizonte marcado por el Festival de Títeres de Las Cruces y San Crispín, la Semana de Cine y los festivales Leyendas del Rock y Rabolagartija, además de toda la actividad festera propia de estas fechas, que no es poca.

Entre tanto –y sé que dirán, queridas personas, que no nos falta de nada– sí echo de menos algo. Y es que cuando entramos en julio no me olvido de los Cursos de verano de la Sede Universitaria de Villena, ni del Casc, fíjense. En primer lugar porque en sus inicios, hablo de los cursos, la ciudad se llenaba de gente foránea, la Casa de la Cultura bullía, las noches eran animadas por el transcurrir de jóvenes que buscaban disfrutar la ciudad y conocerse.

Entonces los cursos estaban organizados por la “otra” universidad alicantina y aunque este no sea un dato significativo, sí lo es la reducción paulatina en el número de cursos ofertados y en el número de inscripciones que se reciben. No puedo hablarles técnicamente de estos asuntos, pero sí del colorido que tomaba nuestra ciudad durante aquellas semanas veraniegas, un colorido que, como habrán podido comprobar en primera persona, ya no es lo que era.

Del mismo modo podría referirme al Casc en cuanto a su presencia en nuestra ciudad y en cuanto a la pérdida de interés que demuestra cada año el número de inscripciones. Aunque es cierto que desde su nacimiento esta actividad no se tomó demasiadas molestias en concretar su objeto al grueso de nuestra población, no dejaban de ser llamativas aquellas intervenciones en la Plaza Mayor, o acciones como la de ofrecer cenas-entrevistas en cualquier rincón del Rabal.

Parece que no solo va siendo el número de participantes lo que hace menos visible la actividad, ni esa ausencia de comunicación que siempre ha acusado, sino también por su ubicación, cada vez más alejada del núcleo urbano, y por la falta de informes, memorias, algo que en esta quinta edición puede subsanarse con la elaboración del ya varios años anunciado “Manual de acción integral a largo plazo”. Esperamos con ilusión hacernos con su contenido.

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