Opinión

La generación del pulgar

Por lo general, cuando nos referimos al pulgar estamos hablando del dedo gordo, pudiendo significar también aquel lugar donde se pueden encontrar pulgas. Es el único dedo con dos falanges y el más fuerte y grueso. De pequeños es el que usamos a modo de chupete. Ya sea para agarrar objetos menudos o grandes, el resto de dedos se apoyan en el pulgar, si no prueben agarrar algo sin utilizarlo; es posible pero se pierde habilidad y fuerza. El pulgar siempre ha traído de la mano innumerables supersticiones y falsos remedios, como doblar el pulgar por debajo de la mano cerrada para evitar peligros, o agarrarlo para tener buena suerte, o cosas tan inverosímiles como estirar el dedo gordo para curar el hipo o el dolor de muelas.
Los jóvenes de hoy en día han adoptado una característica que les diferencia de generaciones anteriores: el uso del pulgar en lugar del índice en determinadas tareas como pueden ser pulsar un timbre y otros usos más habituales, y a la vez causantes de esta diferenciación. Primero fueron los mandos a distancia, luego las videoconsolas, que conocida es la influencia que tienen en la sociedad, algunos comparan el primitivo comecocos con una discoteca en la que se escucha música repetitiva, en la que te puedes encontrar con algún que otro fantasma y alguna que otra píldora mágica. Por último y en primer puesto en el ranking: teclear mensajes de texto, también conocidos como “sms”. Gracias a este invento los jóvenes están pasando a utilizar con preferencia el dedo pulgar en vez del índice. Los creadores de nuevas tecnologías también lo saben, mientras que otras generaciones como la de mi madre, que sé que me lee, siguen utilizando el dedo índice por ser menor o nulo el hábito en el uso de estas herramientas. Es curioso ver como la gente mayor teclea los números, y rara vez las letras, del móvil, cogiendo el móvil con una mano y con el dedo índice de la otra pulsando unas teclas que no están diseñadas para ese dedo. Con el mando sucede lo mismo, aunque hay mucha gente que conoce su mando a distancia de memoria, o por lo menos las únicas teclas que normalmente se utilizan: las de cambiar de canal y las del volumen.

Mientras que antes, para teclear en una máquina de escribir o en su sustituto de la nueva era, el teclado de ordenador, el pulgar sólo servía para darle a la barra espaciadora, ahora, en la era digital, y especialmente con los móviles, el pulgar es el amo. Históricamente, antes de que los romanos lo usaran para sentenciar gladiadores, el pulgar era utilizado para empuñar armas. Después fue sustituido por el dedo índice con la aparición de las armas de fuego, en las que se utiliza éste para pulsar el gatillo. El pulgar hasta ahora siempre había sido considerado un dedo marginal, relegado a actividades secundarias cuando los otros ya estaban ocupados, por no estar junto con los otros o por su obesidad, como en la bici, que su única función era la de pulsar el timbre mientras los demás se ocupaban del freno. Ahora, con los millones de personas, sobre todo los más jóvenes, que diariamente ejercitan sus pulgares tecleando en sus teléfonos sin tan siquiera mirar las teclas, mientras los demás dedos son relegados a un segundo plano, el pulgar va ganando fuerza, agilidad y un deslumbrante tono muscular.

El único desarrollo atlético del pulgar que han podido tener las generaciones precedentes a la de los jóvenes de ahora ha sido gracias al duelo de pulgares, o lucha de pulgares. El dedo que nos ocupa, tal vez por su tamaño, puede que no sea el preferido para llevar a cabo ciertas tareas, como hurgarse la nariz, aunque sí se usa para apresar aquello que se busca. Este dedo, que llegó incluso a ser vara de medir en la antigüedad, como unidad de longitud basada en el cuerpo humano, es poco fiable, aunque aún lo sería menos si fuera el largo del miembro masculino en vez de la longitud del propio dedo. La pulgada que en el sistema métrico viene a ser casi dos centímetros y medio, dependiendo de a quien pertenezca el dedo y de lo que se esté midiendo.

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