¿Cómo están ustedes?

La gran fiesta de la vida

"El destino ha arrebatado muchas cosas: buenos amigos que no han permanecido en la gran fiesta de la vida, que no han apurado sus copas... Que han abandonado a estas alturas la historia de la vida." Lo leemos en "La pregunta de la diez de la noche", una novela de Kate de Goldi. Lectura dentro de otra lectura, es un fragmento de "Eugenio Oneguin", novela de Aleksandr Pushkin, novela en verso. La gran fiesta de la vida... La historia de la vida... No apurar las copas...

Escribo hoy, camino de Todos los Santos y del día de Difuntos, días de feria, pensando en aquellos que nacieron cuando nosotros nacimos y ya han muerto. En aquellos que, como escribe Pushkin, no han apurado sus copas. Por morir demasiado pronto. Y viviendo y bebiendo nosotros todavía, su muerte nos resulta una muerte precipitada. Muerte como accidente. Muerte como bicha. Muerte ligera. Cicerón, en el diálogo sobre la amistad, escribió lo que más o menos libremente traducido lloramos hace años como epitafio escrito en la lápida de una tumba de joven: "Su vida fue tan afortunada y gloriosa, que nada puede añadírsele; además la rapidez le privó del sentimiento de la muerte". Y estas muertes resultan muertes apresuradas que nosotros sí que sentimos. Y siendo en la infancia, en la adolescencia, en la juventud o... Siendo en esos momentos en los que no tenía que ser, nos traía la dura presencia de que sí que podía ser. Y teníamos miedo. Porque la muerte, esto se nos olvida, no tiene predilección ni en edades ni condición: "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros medianos / y más chicos, / y llegados, son iguales / los que viven por sus manos / y los ricos."

Dejando a Jorge Manrique y volviendo a Pushkin, recordando a la vida, se me ocurre que en ocasiones vivimos sin pensar en que la vida pueda ser una fiesta. La verdad es que no siempre lo es. Pero mientras estamos vivos mejor será vivirla como tal. Disfrutarla en la medida de lo posible como un banquete. Vivir la vida como fiesta es una buena terapia contra las tristezas que nos llegan. Ahora que proliferan coach y coaching no nos ha de extrañar esta visión positiva del vivir. La vida como una alegre fiesta. Happy life. Happy happy life. Banquete en el que vamos apurando las copas hasta el solaje si se nos deja. Los problemas nos abruman. La realidad se nos tuerce. Pero tenemos que empeñarnos en que problemas y realidad torcida no nos puedan. Y disfrutar. Necesariamente disfrutar.

Por otro lado, la historia de la vida. La historia de nuestra vida. Cincuenta años exigen mirar hacia atrás. Nos exigen retrospectiva. La historia lo es. De hecho ya la hemos hecho en alguna ocasión. Y en esta retrospectiva particular si algún reproche podemos hacerle al destino ha sido ese habernos arrebatado muchas vidas: amigos, amigas, padres, madres, familiares... que en muchos casos tenemos la certeza de que no han apurado sus copas pero... ¿Hasta cuánto y hasta cuándo nos puede saciar la vida? ¿Cuándo podemos tener la sensación de haber bebido/vivido lo suficiente?

Doliéndonos como humanos la muerte, parece que la toleramos cuando se nos presenta –¡qué paradoja!– como "ley de vida". Ley de vida es morirse. Pero cuando llega esa edad razonable, si es que existe una edad razonable para morir. No cuando como arrebatadora la sentimos precipitada. Por enfermedad. Por accidente. "Ánimas del purgatorio, ánimas benditas..."

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