La historia que nos enseñaron
La manipulación de la Historia fue y es especialmente manifiesta e intencionada en los textos escolares
Valga decir, para saber con quién nos jugábamos lo cuartos, que el autor de la Enciclopedia de la que hablábamos ayer, Ángel Pérez Rodrigo, Inspector de Enseñanza Primaria, había publicado en 1943 una biografía sobre Francisco Franco titulada Franco. Una vida al servicio de la Patria. Biografía hagiográfica del Caudillo con la que pretendía "ofrecer a la niñez y juventud españolas las hazañas del hombre ejemplar que Dios ha concedido, por una gracia especialísima, a España, para que la conduzca acertadamente a su destino". Lo cita Ángel Luis Abós en La historia que nos enseñaron (1937-1975).
En 2003 la editorial Foca publicó ese interesante libro de Abós con el objetivo, según el propio autor, de evidenciar "la desvirtuación de la historia, mediante el análisis de los manuales escolares del período que va de 1937 a 1975" para que "conocidos, analizados y explicados los planteamientos acientíficos, así como los tópicos, errores de bulto y exageraciones, algunos de ellos cercanos al ridículo, queden desterrados definitivamente de nuestros manuales".
La manipulación de la Historia, especialmente manifiesta e intencionada en los textos escolares, no fue patente exclusiva ni original del franquismo; ni se acabó con la muerte del dictador. Que no fue patente exclusiva ni original del franquismo se evidencia, por ejemplo, en el libro de Joaquín García Puchol titulado Los textos escolares de historia en la enseñanza española (1808-1900). Análisis de su estructura y contenido (Publicaciones de la Universidad de Barcelona, 1993).
Que los vicios manipuladores –especialmente los derivados de los delirios nacionalistas– no acabaron después de Franco, puede intuirse en lo tratado en algunos capítulos de otro libro interesante: La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, obra de Juan Sisinio Pérez Garzón, Eduardo Manzano Moreno, Ramón López Facal y Aurora Rivière Gómez (Editorial Crítica, 2000).
El franquismo –como comenta Abós– aprovechó para su interés los metarrelatos pronacionalistas tradicionales, las tesis del fundamentalismo católico, el ideario carlista y los principios totalitarios del falangismo hispano. Al margen de que hubo maestros que atendiendo criterios científicos como deontológicos burlaran las tesis oficiales, los libros de texto decían lo que oficialmente tenían que decir. Así que el poso de determinadas ideas plasmadas en esos manuales que tuvimos aún queda. Ideas y actitudes ante la historia, manipulándola al servicio de un particular interés y utilizándola como azagaya. Un error.
Uno repasa algunos libros de texto de su infancia y se encuentra con una valija cargada de interpretaciones intencionadas, sombras a propósito y exaltaciones también a propósito. Luego, indagando y leyendo, con una mente no determinada por prejuicios ni preconceptos ni fronteras hemos tenido que luchar contra el poso de aquellos tópicos papanatas que desvirtúan el noble objetivo del quehacer historiador.
Ya en 1941 –también lo cita Abós– Gonzalo Torrente Ballester en carta dirigida a Antonio Tovar, tras reconocer el peso de la historia en la vida de los pueblos "como verdad y como mentira", denuncia con lucidez –no exenta, sospechamos, de ironía– que "el peso de la nuestra en este tiempo va más por el segundo camino que por el primero, quizás por culpa de nuestros pecados… Nunca se ha dicho tanta tontería del Imperio y de Trento, de la Contrarreforma, de la Ilustración o del Carlismo como se dice hoy. Como si España necesitase de la mentira en este nuevo y dificultoso salir a la Historia viva y universal. No sé cuál será la raíz de todo esto; pero advierto que gentes mentecatas gozan en deformarla, sin darse cuenta de que, siendo la Historia obra divina, deformarla es enmendar la plana al Señor, y la deformación misma, pecado de soberbia".
Antonio Tovar vivió de joven en nuestra Villena, donde su padre ejerció de Notario, circunstancia que poco (o nada) se recuerda. Entonces conoció a José-María Soler, a quien, a pesar de sus distintas posiciones ideológicas, dedicó un cariñoso texto en el diario El País con motivo de la concesión a Soler del Premio Montaigne en 1981. Aunque es difícil que todavía quede alguien en el pueblo que se acuerde del «tontico Tovar», mi agradecimiento a Mateo por tantos recuerdos.
Estimado Carlos:
Efectivamente Antonio Tovar vivió en Villena por la circunstancia que señalas. Cuajando una buena amistad con Soler.
También con la familia Arenas Ferriz.
Yo lo conocí personalmente cuando estuvo en el jurado que concedió el premio de investigación sobre Villena y su comarca a la catedrática de árabe de la UA, María Jesús Rubiera Mata, por su trabajo sobre «Villena en las calzadas romana y árabe», publicado por la Universidad de Alicante en 1985.
De nuestro encuentro y conversación recuerdo precisiones lingüísticas en torno a alguna de las tesis que la profesora Rubiera exponía en su trabajo premiado. Y me pareció un hombre sabio. Y de una educación exquisita.
Aquel año, el premio de investigación fue ex aequo; compartido con nuestro paisano Pedro Rodríguez Navarro, con un trabajo sobre aguas, creo recordar.
Buen artículo que refleja la manipulación interesada
que de la Historia se hace por parte de algunos.
España tiene una riqueza cultural e histórica indiscutible.
¡Lástima que los libros de texto solamente la reconozcan en tiempos bastante cercanos.
Que nuestros estudiantes no conozcan la Prehistoria, por ejemplo, ya es grave (máxime cuando eso explica nuestros orígenes, el arte rupestre y la supervivencia).
Reivindico una mejor formación de nuestros escolares y jóvenes en cultuta general.