La inocencia violada
Abandonad toda esperanza, salmo 79º
La infancia es una época de nuestra vida de la que no recordamos muchas cosas, pero que sin duda nos marca para siempre. Aunque si no nos acordamos de demasiado quizá sea porque no fue tan dura para nosotros como para Olivier Ka y Carlos Giménez.
El primero ha decidido contar los hechos más destacados de su vida, haciendo hincapié en la infancia, en la que vivió siempre en una dicotomía entre el liberalismo de sus padres hippies y el conservadurismo de sus abuelos. Para ello se ha aliado con Alfred, cuyo trabajo gráfico, verdaderamente memorable, se pone al servicio de la historia de Olivier, haciendo uso de material fotográfico que subraya aún más si cabe el carácter autobiográfico de la obra.
El resultado de este escarbar en el pasado es un espléndido cómic, Por qué he matado a Pierre, donde la presencia de un sacerdote progresista será fundamental para el devenir vital del protagonista, atormentado para siempre por las dudas que nacen de la frágil sensibilidad de un niño.
Por su parte, Carlos Giménez fue uno de los muchos niños recluidos en los hogares de Auxilio Social en la España de la posguerra, cárceles del Régimen donde los chavales pasaban hambre y sed y se veían obligados a correr, rezar y echar la siesta en el suelo y bajo el sol a diario, solo para hacer la vida más fácil y divertida a sus carceleros, los profesores y las enfermeras.
Así lo cuenta en Paracuellos, la obra más célebre de este clásico vivo del tebeo español: seis álbumes publicados entre 1977 y 2003, y que ahora se recogen en un solo volumen a un precio más que asequible. Una narración tan cruel como emotiva, pedazos de memoria rescatados a partir de los recuerdos del propio Giménez y de conversaciones con otros miembros de su generación, dando como resultado una obra que, como la película de Fernando León Los lunes al sol, no está basada en una historia real, sino en miles de historias reales.
Son dos libros, de distinta nacionalidad y publicados en un pequeño margen de tiempo por dos editoriales diferentes, que vienen a reflejar lo mismo: la violación de la inocencia. El resultado, aunque seguro que sus autores hubieran preferido no tener que exorcizar esos demonios interiores, son obras tan bien acabadas artísticamente como necesarias desde un punto de vista emocional, y reflejan igualmente dos tragedias: una, la de su guionista; la otra, la del autor y las de todos aquellos que como él vivieron una época cruel y despiadada, unos años que como afirma Juan Marsé en su prólogo a la reedición integral de la obra, deben recordarse en un país como este, donde habitan tantas personas proclives a no cultivar su memoria histórica reciente.
Por qué he matado a Pierre y Todo Paracuellos están editados por Ponent Mon y Mondadori respectivamente.