La isla de Milligan
Abandonad toda esperanza, salmo 273º
No, de Gilligan no; de Milligan. No me refiero a la mítica sitcom de los 60, sino al escritor Peter Milligan como una isla de personalidad insobornable en mitad de un océano de vulgaridad y mimetismo. Y es que como lo prometido es deuda me dispongo a darles la tabarra con uno de mis guionistas de cómic favoritos. El estreno de Thor y la publicación de Wonder Woman nos recordó cómo algunos autores han acercado los sistemas mitológicos a la cultura popular, si bien no es nada nuevo: el escritor de culto Jean Ray concibió Malpertuis como una mansión donde habitan los dioses olvidados por el hombre, y más recientemente el laureado novelista John Banville ha vuelto sobre esta idea en Los infinitos. Ya en el ámbito de la historieta, qué es Sandman de Neil Gaiman sino una contemporización de diversos mitos cuyo origen se halla en la literatura grecolatina. Qué demonios, hasta Jan metió a Superlópez en mitad de una lucha encarnizada entre deidades mayas y aztecas por hacerse con La caja de Pandora.
Pero centrémonos en Milligan, uno de esos autores que convencen hasta en sus obras menores: este es el caso de Greek Street, actualización en clave policíaca de la tragedia griega en la que Edipo es un adolescente recién salido de la protección social que acaba acostándose con su madre, y donde, por supuesto, el coro que puntúa la acción son las strippers que bailan en un night club de mala muerte. Así, de igual forma a como un servidor descubrió quién era el cíclope Polifemo gracias a los tebeos mucho antes de leer a Homero, Góngora o Dámaso Alonso, nuevas generaciones de lectores podrían aprender quién es Casandra sin necesidad de leer a Eurípides o Chaucer. Que tampoco es que sea lo ideal, pero menos da una piedra.
Muy anterior a esta, pero editada ahora en español (ha tardado en llegarnos la friolera de quince años), es Egipto, otro relato de Milligan repleto de magia y esoterismo, en el que un joven desorientado viaja en el tiempo desde el Nueva York actual al Egipto de los faraones, en lo que será una odisea iniciática en busca de la propia identidad... un tema este que al guionista le fascina particularmente, y que ha tratado en obras tan recomendables como Shade, Enigma o Pop London. De hecho, aunque ya fuera del ámbito fantástico, Milligan volvería sobre el tema en una obra maestra como Blanco humano, serie que retomaba un personaje clásico de DC, creado por Len Wein y Carmine Infantino, para ofrecer su enésima reflexión acerca de la identidad... Buena prueba del alcance de la obra es que ha sido convertida en serie de televisión, aunque en los créditos se mencione a los creadores del personaje y no a Milligan. Y hacen bien, porque el serial malogra los apuntes de este vulgarizando su propuesta y prescindiendo de todo aquello que flirtea con la suplantación y el deseo de vivir otras vidas como algo cercano a una psicopatología. Con todo, si tienen oportunidad de pillarla en alguna reposición, Escudo humano -que así han rebautizado a Human Target aquí- es un digno producto de entretenimiento que entusiasmará a los fanáticos de la acción. Pero, para entendernos, está más cerca de Los hombres de Harrelson que de El prisionero; supongo que se harán cargo de que un Milligan puro y duro es demasiado fuerte para el espectro de público de Mujeres y hombres y viceversa.
Greek Street, Egipto y Blanco humano están editados por Planeta de Agostini Comics.