La madre que los parió
De todos es sabido el auge que ha ido tomando el deporte en este país, y si es a nivel televisivo, ni te cuento. Todos hemos oído hablar de Nadal, de Gasol, o estamos al corriente de fichajes futbolísticos millonarios; conocemos puertos de montaña que no se pueden ni pronunciar, y los más aventajados son capaces de decirte las vueltas que va a dar un Ferrari con medio depósito y las ruedas de la rayita blanca.
Pero a mí hay un objeto deportivo que sigue sorprendiéndome por sus apariciones de cuando en cuando, y no precisamente en las secciones deportivas, que no es otro que el bate de béisbol. Ya os digo, me considero medianamente informado, pero por más vueltas que le doy, sigo sin saber dónde están las instalaciones para este deporte ni sé cómo va la liga. Es más, no sé ni tan siquiera si hay liga.
Pero suponiendo que el problema sea mío, que estoy desinformado, entonces me viene a la cabeza otra pregunta, que es ésta: ¿Por qué coño compran todos el bate y ninguno el guante ese grandote? No sé cómo se las apañan para jugar.
Ahora bien, el motivo de mis reflexiones no se debe a estos energúmenos (esto probablemente sea consecuencia de la sociedad en que vivimos, llamada del bienestar). Son sus madres; porque las madres son eso, madres, y con ellas no nos vamos a meter. Yo lo que me pregunto es qué piensan cuando entran a esa habitación, y ven esos artilugios, y a ese individuo que llega a las 8 de la mañana oliendo a cerveza. Lo mismo creen que es lo que se viene llamando un deportista de élite. Yo lo único que me atrevería a pedirles es que hagan un poco de memoria, que a lo que lo apuntaron de pequeñito fue a piano y a tenis, no a béisbol.