La mala educación
No huyan, que no soy Fran J. Ortiz hablando de cine, aunque el título de la película de Almodóvar me viene de perlas para la columna de esta semana, en la que hablaremos de la brillante actuación de algunos miembros de la Plataforma pro-restauración de la plaza de toros durante el último Pleno. Porque el caso es que, ahora que lo pienso, su mentalidad y talante me recuerdan a los curas de La mala educación, guardianes espirituales de esa España rancia y de pandereta que más de uno se empeña en rescatar.
El pueblo gritó burro cuando Ayelo anunció en el Pleno que el proyecto de construcción de un centro de ocio en la plaza iba a seguir adelante, nos cuenta el cronista imparcial, obcecado en hacer creer a la gente que cuando hablan la plataforma o el Partido Popular habla Villena entera, por mucho que yo insista en que, al menos a mí, me dejen fuera de ese pueblo, que en realidad no es más que un colectivo reducido e irascible incapaz de respetar la voluntad de sus vecinos, expresada libremente en las urnas y no mediante engaños en recogidas de firmas de andar por casa.
Volviendo al Pleno, y como las matemáticas no fallan, resulta que el pueblo eran de 20 a 30 paisanos armados de folios y mucha ganas de montar follón (en una muestra admirable de educación y saber estar abuchearon e insultaron tanto a Vicenta Tortosa como a José Ayelo), lo que obligó a la alcaldesa a demandar silencio en no pocas ocasiones, anunciando finalmente que, si no quedaba más remedio, se vería obligada a mandar desalojar la sala. Además, el pueblo estuvo coordinado en su actuación (repartió las pancartas y avisó para levantarlas) por el mamporrero pepero, cuyo don de la ubicuidad le permite estar a la vez en misa y repicando, es decir, preparando una moción junto con el PP para ser reivindicada después por la plataforma o diseñando líneas de actuación de la plataforma que luego son asumidas por el PP, que esto de las plataformas apolíticas ya empieza a ser como el misterio de la Santísima Trinidad. Lástima que Vicenta Tortosa tuviera tanta paciencia y no expulsara del Pleno a cierto concejal popular que hizo méritos de sobra para ello, porque estoy convencido de que acto seguido se habrían levantado y marchado los otros siete, sainete que ya interpretaron en su día con escaso éxito de crítica y público y que no me extrañaría ver repetido de aquí al final de la legislatura, puesto que han decidido ignorar las reglas del juego, han tocado generala y de ahora en adelante ya vale todo, incluidas la mentira, la descalificación y el insulto.
Ignoro si estas líneas, como anteriormente otras, motivarán llamadas y e-mails entre indignados bienhechores de la patria que parece que no tienen nada mejor que hacer, pero caso de ser así les ruego que valoren en sus comunicaciones lo siguiente: ¿Qué va a pasar cuando el centro de ocio salga adelante a pesar de todas las trabas puestas por el Partido Popular, que fue quien impulsó en primer término este proyecto? ¿Cómo lo van a justificar ante la inmensa mayoría de los ciudadanos? ¿No hay nadie en la ejecutiva del PP consciente de que han asido la bandera equivocada, la de una minoritaria, aunque ruidosa, corriente?
Mientras espero, queridos lectores, a que alguien responda a mis preguntas, he de decirles que el Pleno terminó con las pancartas de marras tiradas por el suelo de la Plaza de Santiago, como la educación de más de uno. Triste metáfora de quienes, nunca mejor dicho, han perdido los papeles.