Cultura

La memoria de los muertos (2 de 2)

Y tras el personal recuerdo más que resumen del panorama teatral valenciano de los años del cagar, con perdón, que se ofreció la pasada semana en esta página no queda otra que ponerse manos a la obra para alcanzar alguna conclusión, digo yo. Les refrescaré la memoria concretando que les hablaba de propuestas escénicas de mediano formato, en su mayoría pertenecientes al Circuito Valenciano de Teatro y de notable calidad.
Tales características no anularon la contratación de espectáculos de mayor formato que en aquellos días se representaban en el Teatro Salesiano para incomodidad de compañías y públicos pero con el agradecimiento a sus propietarios por consentir la ocupación de su propiedad. En este espacio pudimos ver grandes propuestas y a grandes artistas, que no en la mayoría de los casos grandes espectáculos, Palomas Intrépidas por ejemplo. Pero sí fue el lugar donde yo descubrí a La Cubana o a Rafael Álvarez “El Brujo” y a ese enorme José Sacristán que aquella noche incapaz de salvar con su talento el aburrido montaje de La guerra de nuestros antepasados. También existía en aquel teatro algo llamado Festival de Teatro Infantil y Juvenil organizado por el Centro Juvenil Don Bosco, espacio donde la gran mayoría de mi generación no sólo tuvo la oportunidad de participar sino que además tuvo la suerte de debutar con espectáculos de su propia cosecha, todo se pierde… la hermosura lo primero.

Han llovido muchos espectáculos desde estos recuerdos, y la lluvia diré cortésmente barrió la media de cien espectadores que consiguió la Casa de Cultura de entonces. Los espectáculos ahora, traídos como si no hubiera nada mejor, el goteo de su programación y el re-nacimiento del Chapí terminaron con la oportunidad para compañías de mediano formato y público en nuestra ciudad. Hemos perdido mucho más de lo que ustedes pueden pensar. Ahora tenemos un teatro de verdad, sin recochineos, en el que hemos y podremos asistir a magníficas propuestas, pero obligado y limitado por la definición que dictan los tiempos que corren y que buscan ciertos formatos en los espectáculos, las caras conocidas, la variedad de disciplinas… Hemos perdido una sala que consiguió ilusionar y acercar al teatro a un gran número de personas, una sala que aunque continúa en marcha es incapaz de atraer público más que con Jajajajajandro, precursor del formato cómodo e idiota, provocador con argumentos idiotizantes y atractivo únicamente por salir en la caja tonta. Quien crea que la gestión de una sala consiste en contratar espectáculos en lugar de pensar que se trata de acercar a un público, crecer con él y educarse mutuamente está muy lejos de cualquier concepción cultural o artística. Lástima que quede tan lejos ese tiempo que me dará la razón.

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